El machote

Roberto Botta: Grito IV.

Sin dejar de dirigir de cuando en cuando la mirada hacia la pantalla donde comparecía, agrietado, brutal, mascariento, el hombre del nombre azaroso, el espectador abrió el libro que tenía sobre la mesa y aquello ya fue una danza interminable de fantoches en la que se enlazaban «el abarrotero, el empeñista, el chulo del braguetazo (...), el doctor sin reválida, el periodista hampón, el rico mal afamado», y un esperpéntico cortejo que desfilaba en dirección al patio aquel presidido por las figuras de las que dice la leyenda que «seis reyes y un santo salieron de este canto y quedó para otro tanto». Y tanto.

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Citas

Anthony Green: The Dinner Patty, 1966.

—«Cuerpo decimos a aquello que es largo, ancho y profundo. Pasiones es ser cuadrado o circular o tener tres esquinas...», escribe, a ver si adivinas quién—, me dijo.
Tal como me lo contó os lo cuento.

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Canicas (1)

Pieter Brueghel el Viejo: Juegos de niños (detalle), 1560. Kunsthistorisches Museum, Viena.

El gua era un pequeño infierno. Aunque era al otro juego, el del círculo ⭕️, al que llamábamos «la condena».

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Non serviam (4)

Campos de la mancha escritos desde la fortaleza que domina el bello monte. 
Foto ©️AJR, 2018.

                                                                         (Tour de force, c’est à dire...)

Esto es un tour de force, no sé si vano.
Su fuerza me sorprende y se me impone.
Soy sólo un maniquí. Hasta Al Capone
aquí se rilaría. Hay un lejano

viento que mueve sin cesar la página
y que al trasluz, como quien mira un álbum
de transparencias, ilumina el álbum
de ecos doblados de mi vida. Página

a página, de voz en voz, urgido
por el obscuro signo de lo incierto
y lo sólo aludido y lo escondido,

cruzo de nuevo el muro, busco el cierto
refugio que me da siempre el sonido
y vuelvo a caminar por el desierto.

Canicas (0)

Raimundo de Madrazo: El patio de San Miguel, en Sevilla, 1868.
Museo del Prado, Madrid.

Está por inventar un juego de canicas (‘bolas’ de toda la vida en “Tierra de Bolos”) con palabras. No tanto como una Rayuela, prolija y precisa, pero sí un intento de apresar sensaciones puestas en danza con todo lo que sea aprovechable de los viejos ritos. Toda obra literaria del futuro tendrá como tirada previa la de explicitar su clave. Hecho.

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Auobiografía (j)

Marc Chagall: Sobrevolando la ciudad (Над горадам), 1918. Galería Tretyakov, Moscú.

Una adineva, un onbac, dos cuerpos, una radima.
—¿Quieres jugar conmigo? —dijiste.
Aún no era otoño.

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Rito

John Constable: The Cornfield, 1826. National Gallery, Londres.

Como cada tarde, al ponerse el sol, sembraba pequeñas semillas de perspicacia junto al camino y se encomendaba al dios del lugar.

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