Roberto Botta: Grito IV. |
Sin dejar de dirigir de cuando en cuando la mirada hacia la pantalla donde comparecía, agrietado, brutal, mascariento, el hombre del nombre azaroso, el espectador abrió el libro que tenía sobre la mesa y aquello ya fue una danza interminable de fantoches en la que se enlazaban «el abarrotero, el empeñista, el chulo del braguetazo (...), el doctor sin reválida, el periodista hampón, el rico mal afamado», y un esperpéntico cortejo que desfilaba en dirección al patio aquel presidido por las figuras de las que dice la leyenda que «seis reyes y un santo salieron de este canto y quedó para otro tanto». Y tanto.
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