lunes, 26 de abril de 2021

En la muerte del poeta Pedro Tenorio

El poeta Pedro Tenorio (1953-2021).
Foto tomada de Cuadernos del Laberinto

(Al filo de los días).  Em la tarde del domingo 25 de abril (2021) falleció, a causa de la Covid-19 y tras largos meses de hospitalización, nuestro gran amigo el poeta madrileño Pedro Tenorio (1953). Afincado desde hace años en Talavera de la Reina, su muerte, a los 68 años, ha causado una gran tristeza y conmoción en la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida y entre quienes, allí y en otros escenarios, a lo largo de casi cuatro décadas compartimos con él horas, ilusiones, pasiones, luchas y palabras.

Pedro, que llevaba en su nombre y apellido una estela patronímica muy notable de la historia de España —asunto sobre el que a menudo bromeábamos y que fue incluso acicate de un proyecto narrativo suyo— ha sido sobre todo un hombre de palabra, seducido por la poesía, profesor y estudioso de la literatura y su didáctica, amante del arte y persona con una gran conciencia civil. Su labor como divulgador e incitador cultural, tanto desde su puesto de profesor de literatura como desde muchas otras actividades, es bien conocida y valorada en la ciudad del Tajo. Como poeta, su nombre trascendió las fronteras locales y logró, a través de sus publicaciones y premios, ciertos reconocimientos valiosos.

Su primer libro de poemas, Muertos para una exposición (1983), que obtuvo un accésit en el premio Rafael Morales, es una obra exigente y original, una indagación en las posibilidades de la palabra poética como recreadora del mundo, de un modo similar al que permiten la pintura, sus técnicas y principios. Junto a una suerte de tratado minimalista de estética y metapoética, también aporta un acercamiento filosófico a las “figuraciones” del lenguaje; es decir, a su efectivo poder de “crear realidad”.  «Los versos más antiguos / empiezan en el monte de heno helado / donde se desnudaban las muchachas», dice uno de sus poemas (cito de memoria).

Ese libro fue ocasión de que nos conociéramos e iniciáramos un diálogo que, con intermitencias y meandros, hemos mantenido hasta no hace mucho, cuando la enfermedad lo golpeó con dureza. Fue especialmente intenso nuestro trato con ocasión de la escritura y publicación de la que probablemente sea su obra más singular, La luz se calla (2013), un poemario dedicado al joven hijo muerto por propia voluntad, tragedia que marcó la vida del poeta y de la que, como han hecho a menudo los grandes creadores, Tenorio consiguió extraer la dolorosa belleza de una elegía llena de lucidez e imágenes inolvidables. Fue un honor escribir el prólogo y participar en la presentación de ese libro, y fue un privilegio hablar repetidas veces con el poeta o intercambiar amplia correspondencia en torno a un núcleo fundamental de su concepción de la poesía, transformada en este caso en una verdadera tabla de salvación.

Hay en su currículo otras varias obras poéticas, también muy exigentes: recuerdo en especial el ciclo de Evila, que tuvo diversas encarnaciones; los poemas de denuncia de la barbaridad bélica contenidos en Los castigos y las hostilidades (2010, premio Gil de Biedma de Nava de la Asunción) o el recorrido por diversos registros amoroso a ritmo de jazz de La piel del agua (2017). Hay que añadir varios manuales y otros materiales didácticos y diversos artículos e investigaciones emprendidas con gran entusiasmo y pericia.

Pedro era un hombre tierno, inteligente, culto, gran hablador, meditativo a la hora de buscar la palabra exacta, polemista que nunca perdía la afabilidad, aunque tampoco daba fácilmente su brazo a torcer, gran amigo y creador de círculos de amistad. Recuerdo, entre otras muchos momentos compartidos, algunas veladas en el patio de la casa de Las Herencias, allí donde el Tajo se convierte en un río casi italiano y atraviesa un paisaje con ondulaciones toscanas. O noches de francachela en el Madrid de la Alegre Transición, en reuniones o “movidas” de amigos; o con ocasión de su memorable actuación en la Sala Clamores, otras veces al hilo de la presentación de alguno de sus libros. También estuvimos alguna vez juntos en Hoyo del Manzanares, solar familiar, o en actos reivindicativos de Talavera en Toledo. Son momentos que se atesoran en la memoria y de los que siempre emerge la mirada intencionada, llena de humor e inteligencia, a veces también algo desvalida, de un amigo que nos tenía ganadas, a partes iguales, la admiración y el afecto.

Muchas de estas últimas ocasiones contaron con la complicidad de Prado Garvín, la encantadora mujer que llegó a la vida de nuestro amigo en momentos difíciles y que fue desde entonces, y hasta ayer mismo, la gran cómplice de alma fuerte. Para ella, junto a la madre (91 años), los hermanos y el resto de la familia de nuestro querido Pedro, va un gran abrazo. Al amigo, cuya muerte ha acentuado el agobio y la tristeza de estos tiempos de pérdidas tan dolorosas, lo recordaremos a menudo.

Que la tierra te sea leve, querido cronopio. Para que vuelvas a sonreír allí desde donde nos mires, volveré a llamarte «moderno émulo de Pleberio, el del gran planto», al tiempo que, con mis ojos puestos en las altas Torres Albarranas de la vieja Eburia, te deseo un buen viaje. Hasta siempre, amigo.

domingo, 25 de abril de 2021

Amancio Prada con Leo Ferré

(En voz alta). Es un gran placer compartir esta delicadeza de Amancio Prada, con la doble o triple historia de amor que contiene. Recuerdo bien la tarde en que oí al artista gallego-berciano presentar, a través de una entrevista radiofónica, esta obra de homenaje a Leo Ferré y, en general, a toda una valiente y laboriosa cultura francesa que tanto peso tuvo en la formación sentimental y artística de varias generaciones. Aunque lo más decisivo de esa influencia ya forma parte de la cultura general, no es menos cierto que también el descrédito y el olvido han sepultado muchas de aquellas sugerencias. Ahora mismo, con todo, lo asombroso es que hayan pasado casi quince años de una ocasión que en sí misma ya era una añoranza. El doble o triple fondo del baúl del tiempo no deja de asombrarnos. Y que lo siga haciendo.

jueves, 22 de abril de 2021

Flores para Gabriel Celaya

Placa de homenaje a Gabriel Celaya en el portal de su casa madrileña 
(Nieremberg, 23).

(Al filo de los días). Aún están frescas las flores que alguien puso en la placa de la casa donde vivió Gabriel Celaya, en el barrio de La Prospe, hasta el 18 de abril de 1991. El pasado domingo se cumplieron 30 años de su muerte. Juraría que desde entonces no ha habido ningún aniversario sin estos memoriosos y cálidos homenajes.

Dados robados

 


(En voz alta). Como el que lanza la caña a los albures (signifique lo que signifique, que ya sé) y saca, no sólo el mítico zapato hambriento de la viñeta del chiste sin palabras, o fotograma en blanco y negro, sino y también toda una bien ensamblada sugerencia sobre el azar en sus diversos envites y, de forma especial, textos dados sobre dados que dan mucho de sí. Y todo ello prendido del hilo de seda de un nombre y de una hora vespertina bien acompañada en una nueva, añosa y espaciosa librería del centro de Madrid. Cómo no hacerse eco. Sea. A navegar.

(A propósito de una entrada leída en el muro de César Nicolás, ilustrada con la foto superior)

Aniversario

Parque de la calle Pradillo y colegio Santamarca, Madrid.


De nuevo ha amanecido una mañana Generosa: 22 de abril.

miércoles, 21 de abril de 2021

Vigencia de Emilia Pardo Bazán

Emilia Pardo Bazán (1896), retratada por Joaquín Vaamonde Cornide. Museo de Bellas Artes da Coruña.

(En voz alta). La recuperación definitiva del peso y significado de Emilia Pardo Bazán en nuestras letras no admite demoras. Y eso sólo se conseguirá con su vuelta al primer plano de las librerías (en cierto modo ya está ocurriendo) y, sobre todo, al imaginario desprejuiciado de los lectores. Arrinconada, pese a su exaltación, por muchos manuales de literatura entre las paredes opresivas del naturalismo y el color local, una escritora tan adelantada en tantas cosas a su tiempo, y en otras tan igual a sus colegas y amantes, bien merece ser leída con plena atención y sin remilgos. Este artículo del Diario de Sevilla es una buena aproximación y, a mi entender, recoge las razones fundamentales para que el centenario de la muerte de la escritora gallega (se cumple el próximo 12 de mayo) sea también el de su definitiva resurrección.

martes, 20 de abril de 2021

La milonga de Florentino

(Al filo de los días). Cuando le oí a Florentino Pérez decir que su idea de la liga de los poderosos tiene como principal intención la de salvar el fútbol, me entró tal carcajada que aún estoy temblando de los efectos. Claro que los espasmos fueron después reforzados, y a conciencia, cuando juró y perjuró que él está en el Madrid sólo por afición y que quien quiera su cargo ahí lo tiene. En fin, Serafín, cuente usted las milongas de las sopas con hondas. Por lo demás, una duda: ¿y no estará tras este intento de recuperar a los más jóvenes para el deporte más famoso el negocio venenoso de las apuestas? Fue curioso observar que la entrevista que ayer concedió el dirigente madridista sólo fue interrumpida (¿ilustrada?), unas tres o cuatro veces, por anuncios de casas de apuestas ligadas al fútbol, esas que suelen terminar sus machaconas y descerebradas propuestas con un veloz: «Y ya sabes, apuesta con responsabilidad». La hipocresía dominante.

lunes, 19 de abril de 2021

Tajos y atajos

 


No hay forma de salir indemne de
una frase cortante salvo si
afilas la palabra hasta que ni
ella de sí se escape, ni lo que
balbucea, tampoco el eco que en
lo roto cruje; pero su luz sí:
la llama interna que vacila en mi
taller de alquimia del nacer sin qué.
El hielo de la voz a la deriva
naufraga mansamente y abre, al
ponerse del sol lento, un cauce con
la sangre, que nos deja en carne viva.
Fulge el astro del fin con brillo tal
que todo se resuelve ya en canción.

viernes, 16 de abril de 2021

El aroma agridulce de los bulos

(En voz alta). ¿Alguien cree que las fakenews’, ya sean bulos o noticas falsas, son un invento reciente? Esta peli de Alexander Mckendrick, de 1959, es una mezcla acertada de drama y cine negro, y destaca por sus ágiles, ácidos y punzantes diálogos. Una curiosidad: si se ve la versión española con subtítulos en español se percibe una marcada disonancia entre lo que dicen los actores (muy dulcificado) y lo que indican los subtítulos (más cercanos, creo, al crudo lenguaje original). En todo caso, una gran película. Y una gran banda sonora jazzística.

lunes, 12 de abril de 2021

"Las comillas de Marías", de Sanz Irles

(En voz alta). Lleva uno tantos años defendiendo algo parecido a lo que aquí, con meridiana claridad y elocuencia práctica, defiende Luis Sanz Irles, que ganas me dan de enmarcar el artículo y ponerlo bien entrecomillado en la pared. De momento, me conformaré con repicarlo. Y añado: no me extrañaría nada que tras ese uso tan nítido de estos signos de puntuación que Sanz Irles tanto elogia, además de la mano de Javier Marías, esté la de un corrector ortotipográfico a la vieja usanza capaz de desentrañar y solventar las más enrevesadas cuestiones expresivas —a menudo de carácter más metafísico que puramente sintáctico— en pro de la mayor comprensibilidad y eficacia significativa (¡dele!) del texto. Hace mucho que se habla de la edición sin editores, cuyos desastres pueblan desde hace tiempo los estantes de las librerías. Si la catástrofe no ha sido mayor es porque aún resisten, en las más activas editoriales, una legión de correctores y, sobre todo, correctoras con las que siempre ha sido un delicioso y a veces tortuoso placer tratar y que, a estas alturas, son las depositarias de un saber cualitativo, en lo tocante a la selva de signos, tan claro y eficaz que es la verdadera brújula que nos permite no perdernos del todo en ella. Ni en las arenas movedizas de los textos pantanosos.

El lugar del crimen

(Ilustracón sonora: Carlos Núñez)

Le pregunto al poema si sabe que yo existo.
Y él, como acostumbra, tuerce el gesto
e ignora —o finge hacerlo— que he venido a buscarlo
donde siempre:
al lugar del crimen.
Al poema, monarca caprichoso,
no le gusta nada
—pero nada de nada—
que yo diga de él
que es el lugar del crimen.
Pero lo es. Lo es.
Y bien lo sabe.
Lo que el poema ignora
—o finge hacerlo—, sin embargo,
mientras se alza la solapa adversativa,
es quién será aquí la víctima,
quién el testigo
(el verdugo se da por descontado).
Yo sí lo sé. Lo sé. Aunque lo calle.
(Hojas sueltas del Lunes, 63; “La noche sin excusa”)

domingo, 11 de abril de 2021

Qué es la música (entre lágrimas negras)

(En voz alta). ¿Qué es la música? Uf, don Luis C., qué pregunta. Pero si tuviera que contestar, y dejando a un lado de momento, como puestos en otro orden de cosas, a Mozart, Bach y los demás, podría decirle que música es una mezcla de eso que nos llega de Cuba, de Brasil y de Irlanda, con una gotas hondas de flamenco y una ficha en blanco, a modo de comodín, para completar el bosquejo aproximado —casi nada— de lo que, por otro lado, no tiene posible definición pues forma parte del mundo de las sensaciones puras, intraducibles. Ante escenas como la que este vídeo nos muestra noto que me nace un absoluto asentimiento, una devoción cuyo objeto no es otro que el dejarse invadir. Es lo mismo que siento al calor sensual de la música brasileira, sin olvidar sus muy sensibles vibraciones lusas, y la misma clara alegría que me invade ante los ritmos y las modulaciones de la música popular irlandesa, con esa impronta celta en la que tan hondo siento resonar no sé qué extraña vena/veta que une el giro inesperado de una muiñeira con el cimbreo de una rumba o la emoción desnuda de una soleá. Ah, la música. Y qué tristeza las noticias que llegan de Belfast, ese retorno de los viejos demonios que tal vez la música ya debería haber podido conjurar. De ese pozo de la insensatez humana que no cesa de manar fango y muerte brotan las lágrimas negras de un domingo de abril.

viernes, 9 de abril de 2021

Idas y venidas (con Paz al fondo)

Los recuerdos en bandada, he ahí una de las bazas hipnóticas que FaceBook juega con hábil automatismo. En el jueves santo del primer confinamiento surgía este inquietante asunto que, además, en una anterior aparición del cuadro mencionado, había sido causa probable de un desencuentro con un amigo y paisano gallego, del que desde entonces —y pese a intentarlo varias veces— no he vuelto a tener noticias. Entre las vicisitudes de las nuevas formas de relación/comunicación, una de las más exasperantes es la escasa posibilidad de aclarar las cosas una vez que se ha producido el “malentendido”. Porque de lo que no tengo dudas es de que ese, una ‘mala’ interpretación de las palabras, es el origen de muchos conflictos. Y luego el tiempo, la deriva propia o el olvido hacen lo demás. Tampoco es que sea nada nuevo en las siempre complicadas relaciones humanas, pero tengo la pegajosa impresión de que ahora ocurre con mayor frecuencia y, más aún, el intento comprensible de evitarlo nos lleva a cierta desecación y ‘afantasmamiento’ de nuestros tratos interpersonales, la mayoría ya cristal (dark crystal) de por medio. Cosas.


(En son de Paz, 13). »Prisionero en la fortaleza que inventan los reflejos lunares de la uña del dedo meñique de una niña, un rey agoniza desde hace un millón de segundos. El microscopio de la fantasía descubre criaturas distintas a las de la ciencia pero no menos reales; aunque esas visiones son nuestras, también son de un tercero: alguien las mira (¿se mira?) a través de nuestra mirada», escribe Octavio Paz en el fragmento 20 de «El mono gramático», en el que describe, o más bien glosa, un misterioso cuadro de Richard Dadd, «The fairy-feller’s masterstroke», obra que alguna vez ya ha comparecido en este muro. En el confinamiento, estas minuciosidades cobran un valor inusitado: nos muestran que hay una realidad dentro de la realidad de la que apenas somos conscientes más que cuando miramos como si nos miraran. Y, una vez advertido, salimos pronto de ahí («¡escapa, escapa!», nos grita alguien, ¿quién?) para evitar el despeñadero de la locura y otros vértigos de pura destrucción. No está nada mal para una tarde de jueves santo.

lunes, 5 de abril de 2021

Emociones concretas




Los hilos de la vida y de la muerte se anudan de modo inextricable, no fácilmente comprensible, pero insoslayable siemore. Ayer hizo un año de la muerte del gran Luis Eduardo Aute. Hoy cumple años mi hija Clara. Es el mismo corazón el que siente ambas dos emociones tan distintas. Y, sin embargo, algo hay de común en ellas que las hace caer enlazadas del lado de la luz. El vuelo de una canción. La intensa necesidad del amor concreto. La vida, en suma.


"La andariega".
Un día de enero en el Mar Menor.
(Improvisado)
Vista de nuevo,
la vida nos regala
gestos, colores...
¿reminiscencias?
Será que el lienzo
de los días esconde,
como al bies de la luz,
su marca de agua.
Y en los reflejos,
por donde cruza el ave,
el vuelo vibra.
Tambor del cielo:
es el tiempo que vuelve
mientras lo cuentas.

(Hojas sueltas del lunes, 62.
“Levedades”, para Clara, con decisión y un beso).