lunes, 31 de mayo de 2021

Puls(ac)iones



—O «La luz del mediodía en tiempos de bonanza». (Nonsense)
Iría nuevamente por el camino aquel
que me llevaba al centro de la vieja Alameda,
mezclaría en mi cuenco carne salada y miel
de nuevo, como entonces, y tocaría la seda
de las hojas del árbol, escondido en el hueco
del sueño, en sus lianas de ficción poderosa,
en la misma pradera de aquella Ponderosa
que era el eco de un eco... (según Umberto Eco).
Y, antes de redimirme del eslabón perdido
y de las bascas agrias que en la boca sentía,
olvidar procurara los espejos sin luna.
Dame, si quieres, algo de tu sexto sentido
para poder ponerme en la piel del que fía
su corazón al viento y al azar su fortuna.

viernes, 28 de mayo de 2021

Amor lenguaje (dado)



  •         (El dado que os tenía prometido:
  • a partir de una cita de Octavio Paz)

Amor es una figura de lenguaje.
Es una amor lenguaje de figura.
Una es amor figura de lenguaje.
Figura de una es lenguaje amor.
De amor figura una es lenguaje.
Lenguaje de figura una es amor.

lunes, 24 de mayo de 2021

Selfisombra con Georgia O´Keefe


(Al paso). Selfisombra en el mundo de Georgia O’Keeffe, de la que se puede ver una muy interesante muestra, con 90 obras, en el Thyssen de Madrid. Alguien ha escrito que la artista estadounidense, tan peculiar, pudiera tener cierta consideración kafkiana de los espectadores, de modo que en algunas de sus impresionantes y magníficas representaciones de grandes flores parece estar reservando, para quien las contempla, el preciso papel de insecto libador . En otros casos (y a la prueba me remito) la trampa es un simple juego de luces. Una exposición muy interesante. No se la pierdan.

Saltos en el vacío


(1)

La mano ignora el peso
de lo que deja al margen
cuando elige la tinta
y el grosor de las palabras.
Son marcas de alfarero,
siluetas aludidas,
las que caen al paso
de los cantos rodados
y quedan en la hierba
como una estela
que abre
un pequeño
reguero de luz
negra en la
vibrante espalda
de la noche.

(2)
Un gota
de agua
en cuyo centro
anida
la tormenta.

(3)
Recuerdo la ventana
que en un lado del cuadro
da paso a la mirada
del pescador de nubes.
Hay un pez infinito
que cruza todo el cielo
y las escamas puras
de la vieja sirena
descubren en sus giros
de sal las travesías
de nuestro cuerpo insomne,
su lento curso
hacia el nido
de las ovas maternas
en las aguas más hondas.

(4)
Vienen sobre los días,
entre los cruces
de las horas
y los rostros,
la señales tan claras
del callado
rumor
de su garduña.
Ella insiste.
No me deja
ningún camino
abierto.
Flor mortal.

(5)
Flashes al vuelo,
ráfagas, fogonazos.
Veo entre sombras
fugitivos instantes,
perlas ocultas
que brillan
en el cerco del tiempo.
Y abro, como un
animal esplendoroso,
mis manos
y mi mente
al sueño colectivo.

(6)
Y la naturaleza,
su espejismo:
todo lo encauza el viento
cuando sopla
mezclado con la lluvia
y es por completo
ajeno al ojo
y al temblor
y al canto.
No seremos, amigos,
devorados,
por el centro insondable
de esa flor.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Adiós a Franco Battiato

Battiato durante una actuación en Madrid. Foto de KiKo Huesca/EFE.

(En voz alta).
La muerte de Franco Battiato nos revela de pronto que no era sólo parte de la canción de fondo (la banda sonora) de nuestro tiempo. Que en él, en su arte, en su trayectoria, tan reveladora, tan excepcionalmente característica, están encerradas, pero bien visibles a poco que les prestemos atención, algunas claves para desentrañar, o al menos hacer menos opacos, los rincones cegados y las contradicciones de la parte irrespirable de nuestro mundo. El centro de gravedad permanente siempre cae por su peso. Aunque no sea fácil asumirlo. Descanse en paz. Es elemental y consuetudinario, pero no deja de ser terrible: no cesa de morirse gente. Y a menudo, lo sepamos o no, algo nuestro desaparece también.

lunes, 17 de mayo de 2021

La última palabra



Asir la risa
y elevarse con ella
de un modo sobrehumano
—que ya lo humano estanca,
entre las sangres,
la costumbre.
Y sin dejar de soltar hilo,
a contracorriente,
condescender el gesto
del entendimiento,
saberse ser en las acciones nulas,
no ofender -ni excesiva mente- al prójimo,
bailarle el agua al que se da por aludido
y no quejarse de los intersticios,
con su obvia oquedad
entre las piedras corporales,
por los que se desagua siempre la razón.
Al fin y al cabo la soledad es todo
lo que nunca podrás pontificar:
el abismo insalvable,
la lengua inverosímil,
el estruendo que sube desde el fondo
y la canica gorda: el bolondrón.

La última palabra



Asir la risa
y elevarse con ella
de un modo sobrehumano
—que ya lo humano estanca,
entre las sangres,
la costumbre.
Y sin dejar de soltar hilo,
a contracorriente,
condescender el gesto
del entendimiento,
saberse ser en las acciones nulas,
no ofender -ni excesiva mente- al prójimo,
bailarle el agua al que se da por aludido
y no quejarse de los intersticios,
con su obvia oquedad
entre las piedras corporales,
por los que se desagua siempre la razón.
Al fin y al cabo la soledad es todo
lo que nunca podrás pontificar:
el abismo insalvable,
la lengua inverosímil,
el estruendo que sube desde el fondo
y la canica gorda: el bolondrón.

Xela Arias en el Día das Letras Galegas

(En voz alta). Pasei un chisquiño da noite lendo... La poesía en gallego tiene muy buenas noticias. Y también algo de histeria alrededor de su historia. Pero es un gozo poder acercarse al brocal de una lengua que no cesa de manar agua clara. Feliz Día das Letras Galegas. Xela Arias les está esperando (este artículo de eldiario.es puede ser una buena puerta de entrada).



miércoles, 12 de mayo de 2021

Índices

(Al filo de los días). Leer a Vila-Matas suele ser lo más parecido a participar en el festín de Esopo, aunque tiene el inconveniente de que te obliga a levantarte mucho del sillón porque menciona, con una gran capacidad movilizante, a muchos autores —la mayoría de sus libros tienen una no disimulada naturaleza de casa de citas— y refiere detalles de fácil comprobación en ejemplares que han pasado también por nuestras manos pero que desde hace tiempo duermen el sueño de los justos —cómo será ese sueño— en anaqueles cada vez más caóticos. Mucha tela que cortar. Y esta anécdota. En Impón tu suerte (Círculo de Tiza, marzo 2018), donde se reúnen artículos y otros piezas cortas, en la página 130 aparece una breve mención de un libro de Flann O’Brien, La saga del sagú de Slattery, sobre la que E. V.-M. anota que es —abro comillas— «una novela sobre las patatas y el petróleo, en muy buena versión de Antonio Rivero Taravillo». Como el libro incluye al final un amplio índice onomástico (pp. 438-459) me entretengo en repasarlo y comprobar su inclusión en él de esta mención de ART, y en efecto allí figura el nombre aunque remitido a una página errónea. No sólo eso, a una página 13 que no está foliada porque corresponde, oh coincidencia, con la doble página en blanco insertada entre el prefacio y el primer apartado el libro. Dado que la página que debería figura es la 130, no es difícil deducir lo que ha podido pasar en la confección de ese índice: se ha perdido un 0, o sea nada. Lo que ya resulta más difícil calibrar es la significación profunda de un despiste/errata/error como ese en el interior de un artefacto en el que, como suele ocurrir en el universo del autor barcelonés, nada ni el azar mismo responde sólo a la puta casualidad, ni las erratas son insignificantes. Por lo demás, el libro se lee como agua que corre, es un continúa festival de entusiasmos y revelaciones, de pistas utilísimas y también de páginas muy valiosas, como por ejemplo las dedicadas a Roberto Bolaño, tan inspiradas y convincentes que me han llevado a volcarme de nuevo en el mundo del autor de Los detectives salvajes, y a... procurar no perecer en el intenso vórtice de un tiempo que no volverá.




lunes, 10 de mayo de 2021

Ýcaro

De pronto es esta luz,
su urgencia extrema
en el filo falaz de la costumbre,
el precio que pagamos por el peso
de vivir de prestado
y dar en cada
movimiento de vida
una respuesta
a las preguntas ciegas
y al abismo
donde más tarde —o mismo ahora—
comenzaremos
a precipitarnos.

viernes, 7 de mayo de 2021

Madrid con vida

Foto AJR, 2021.

(Al paso).
Tras el derribo del paso elevado de Joaquín Costa, el eje Avda. América-Francisco Silvela-Mª Molina-Ppe. Vergara ha quedado como un amplio espacio despejado y amable y al que, al parecer, no tardarán en regresar los ajenos y añorados bulevares, una de las señas de identidad de cierto Madrid ilustrado y paseante que había ido cayendo víctima de ese gran depredador de los espacios urbanos que es el automóvil. Este singular edificio de Iberia, cuyo chaflán recoge como un muro de percusión todo el tráfago proveniente de la Castellana y el flanco Oeste de la urbe, tenía fama de ser el punto más ruidoso de la ciudad, una condición de dudoso honor que tal vez se corrija ahora.

Una de las lecciones que hemos de sacar de este paréntesis de Pandemia (si finalmente conseguimos cerrarlo) debe ser la de cambiar de una vez y para siempre nuestra relación con la ciudad y su entorno buscando y practicando modos de tránsito y comunicación y, por así decir, de consumo de espacio y recursos que sean sanos, sostenibles, seguros. Algo que debería estar contemplado en un primer plano de esa Libertad cañí ®️ por la que abrumadoramente se ha decantado la mayoría de los ciudadanos de una urbe que se está descubriendo a sí misma cada día y que, pese a lo que se pueda malinterpretar por el precio pagado por errores que no son sólo suyos, aún tiene a salvo e imbatible un estilo de convivencia y un modo de vivir, junto con una red visible y subterránea de arte, memoria y sueños, que está más allá de las torpezas manifiestas, las rencillas populosas, las melancolías inertes o los desastres generales del más reciente Apocalipsis. Madrid es mucho más de lo que aún sabemos. Y es —sigue siendo— un gran aliciente vital continuar bregando por descubrirlo.

AstraZeneca in progress

 


(Al filo de los días). La que me quiere bien, que es la misma que ha tomado la instantánea, me la envía con este comentario a modo de pie: «Saliendo victorioso de la vacuna». De momento (la imagen es del pasado domingo 2) así ha sido: ni la menor secuela de la primera dosis de AstraZeneca, pinchada en mi brazo izquierdo en el transcurso de un proceso casi estabular pero eficacísimo, en el ahora llamado Wizink Center, entre vagos recuerdos de canciones de Cohen, Aute o Supertramp, y con el número de orden 5665. Una muesca en el volver de la vida. Iremos viendo.




jueves, 6 de mayo de 2021

Cantares de Ise y otros cantos

(Al filo de los días). Una mañana peristáltica de preparativos, notablemente incómoda, a la que ha venido a aliviar, por mero azar favorable, esta vieja edición (1979: lleva la firma de compra de S. Pinto con fecha 29.5.1983) de un clásico japonés. No diré que lo tenía completamen-té olvidado porque ya no hay verdades casuales de largo alcance (ni forma alguna de poder contrastarlas), pero sí puedo dar fe y carta de creencia de la alegría y entusiasmo que su recuperación me produce, además del inmediato partido que espero poder sacarle para llevar a buen puerto algo que traigo entre manos.

En estas últimas semanas he hablado con varios amigos y amigas sobre una de las grandes diferencias que percibimos respecto a las nuevas generaciones: la muy diferente valoración de los libros. Para los jóvenes, o incluso adolescentes, que fuimos hubo un tiempo en que hacerse con una biblioteca personal equivalía a algo así como a construirse el alma, y desde entonces venimos arrastrando esa ‘condena’, que verdaderamente lo fue cuando caímos en la cuenta (hace ya mucho) de que, si bien el saber puede que no ocupe lugar, los libros en papel tienen una imparable tendencia a ocuparlo todo y eso acaba siendo una realidad si no del todo incómoda sí difícilmente gobernable.
Pero de una y otra cosa (la querencia y sus inconvenientes, y disculpen los desvíos) quedamos reconfortados y a salvo cuando ocurren este tipo de reencuentros, tan felices y prometedores: a uno le gustaría mucho que pudieran ser posibles con amigos de carne y hueso (aunque algunos, ay, ya sean sólo polvo), pero también comprendemos y nos consuela saber que entre las páginas de un libro que regresa hay algo más que letras o, como es el caso, delicados grabados.
A estas alturas, nuestras almas puede que ya tengan tatuados sus verdaderos y más sentidos afectos con una siempre revisitable secuencia de tipos móviles. Y tinta viva. Y puede que esa circunstancia sea nuestro mayor consuelo. O uno de ellos. Que tampoco hay que exagerar.

lunes, 3 de mayo de 2021

El día Jawlensky


(En voz alta).
Mientras los puntos neurálgicos de la ciudad estaban siendo ocupados por desfiles de guardarropía y ceremonias más o menos alcanfóricas, era muy grato caminar por sus calles soleadas para llegar hasta uno de esos sus muy numerosos museos en los que tipos muy diversos de arte ofrecen islas de belleza y acicates para resistir y seguir disfrutando frente a tantas plagas y agresiones. Ayer, fiesta de la Comunidad, y día señalado para la imprescindible cita con la vacuna, fue también el día Jawlensky, merced a la visita —aplazada varias veces y ya casi en tiempo de descuento— a las salas de la Fundación Mapfre en su palacete de Recoletos. Fue todo un descubrimiento el recorrido por la excelente y amplísima exposición de obras de este autor ruso cuya vida y arte estuvieron marcadas por la honda emoción que de niño le produjo el desvelamiento de un icono. Dispuesta de manera admirable y con todas las cautelas que impone la peste, la hora y media larga que pasamos entre esta singular muestra fue todo un estimulante y conmovedor itinerario a través de una vida consagrada a la exaltación de la vida interior y la afinación de los sentidos. Una experiencia que, una vez más, nos reafirma en la profunda convicción de que con Madrid, con lo que la ciudad es verdaderamente, más allá de tópicos y simplezas, no va a poder nadie. Desengáñense, está ciudad está hechizada. Y su duende es inmortal.