Los hilos de la vida y de la muerte se anudan de modo inextricable, no fácilmente comprensible, pero insoslayable siemore. Ayer hizo un año de la muerte del gran Luis Eduardo Aute. Hoy cumple años mi hija Clara. Es el mismo corazón el que siente ambas dos emociones tan distintas. Y, sin embargo, algo hay de común en ellas que las hace caer enlazadas del lado de la luz. El vuelo de una canción. La intensa necesidad del amor concreto. La vida, en suma.
Vista de nuevo,
la vida nos regala
gestos, colores...
¿reminiscencias?
Será que el lienzo
de los días esconde,
como al bies de la luz,
su marca de agua.
Y en los reflejos,
por donde cruza el ave,
el vuelo vibra.
Tambor del cielo:
es el tiempo que vuelve
mientras lo cuentas.
(Hojas sueltas del lunes, 62.
“Levedades”, para Clara, con decisión y un beso).
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