domingo, 21 de agosto de 2022

PEREC AL PASO


Primera representación de Hernani (25.02.1839), de Víctor Hugo,
en la Comédie Française, entre una manifiesta “división de opiniones”.
Ilustración de Paul Albert Besnard (1849-1934).

EL SIGUEN LAS COMPARENCECNIAS HASTA QUE COMPAREZCA VERDADERO CAUSANTE DEL DESASTRE O SALGA DE SU CONCHA EL APUNTADOR

Quizás no sea el momento más adecuado, tal como la llamada realidad se muestra, para convocar la presencia de una escena cuyo principal protagonista sea (y disculpen el circunloquio) ‘El coreógrafo loco de amor que regresó para acosar a la bella bailarina’. Pero es el paso imprescindible para poder contar con ‘La antigua portera española que se negó a desbloquear el ascensor’ y, ya puestos, poder encarar también, sin rodeos, el papel que aquí juega (o desempeña, por evitar el común galicismo) ‘El repartidor de los establecimientos Nicolas [dedicados a la venta de vino] que limpiaba los espejos del portal’. El asunto exige a veces corchetes aclaratorios, aunque me perece que hasta ahora, en todo este teatrillo que ya va durando lo suyo, no habían aperecido: tampoco es cuestión de romper la lógica narrativa —esa depende solo y en exclusiva de la nunca bien ponderada, y lo digo en serio, inteligencia lectora— ni por eso mismo asustarse demasiado al dejar sitio para que se acomode a su placer, pese a las obvias dificultades ecológicas del momento, ‘El fumador de Por Larranaga que escuchaba un gramófono de trompa’. Claro que, puestas así las cosas, y sin menoscabar la dificultad de encontrar un mueble adecuado para depositar semejante instrumento, quien realmente lo va a tener difícil es ‘El viejo “pornográfico” que esperaba a la salida de los institutos’, una figura bastante habitual en algunas novelas de época pero que presumiblemente ya está fuera de toda órbita asumible en estos tiempos en los que no cesan de verse arrumbados como antiguallas del todo inservibles construcciones verbales de cierto poder simbólico que parecían hechas con la misma materia empleada para unir las piedras de los templos griegos y sin embargo... Ya se ve que era, también esta, una ilusa pretensión. Sirva, si no de escarmiento, sí de excusa. Y siga… ¿la fiesta?
(LUN, 649 ~ «Perec al paso», 150-154)

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