(En voz alta). La paulatina y ya definitiva (salvo milagro o extraño bucle) pérdida de la prensa en papel es un hecho de una importancia sociocultural cuyo impacto creo que aún no se ha valorado en su verdadera importancia. No es sólo que se haya perdido una forma más consciente y reflexiva de acceder a la información, sino que se ha desdibujado hasta extremos no fácilmente cuantificables el papel del periodista como mediador fiable y contrastable, al tiempo que se ha volatilizado, por exceso de basura, el marco común de referencia que suponían los periódicos impresos, una función que difícilmente pueden desempeñar hoy, aunque sean en parte las mismas cabeceras, los contenidos líquidos y las caóticas siembras de novedades de los digitales. Montano se remonta aquí al año 1982: una fecha tan anterior aún a la eclosión de Internet —y, más todavía: a la proliferación imparable del móvil— que bien puede considerase pura prehistoria… de la posthistoria de batiburrillo y calamidades que estamos viviendo. Aunque me parece que a esa reflexión no se asoma el ponente. Sospecho que por exceso de nostalgia, ese dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario