Le pregunté a mi ayudante Virgilio por el panel informativo que en plena ruta del Mar Menor señala el desvío a «Los Infiernos». Virgilio, que cabalga conmigo desde hace al menos media vida, me dijo que por allí se evitaba dar un rodeo para llegar a las poblaciones más importantes de la zona y donde nos esperaba una feligresía numerosa y expectante, aunque la senda era más agreste y tendríamos que andarnos con cuidado porque sus laderas estaban infestadas de pobres criaturas execrables. «Todo encaja», pensé. Y al tiempo que, tras ajustarme bien la teja, arreaba mi mula en dirección a aquel camino, comprobé una vez más que llevaba en la alforja todos los instrumentos de mi oficio: la cruz, la estola, los óleos, el acetre...
(LUN, 659 ~ «Micródromos de la Posada», 2ª ed)
No hay comentarios:
Publicar un comentario