El caminante sabe que la ciudad que recorre en soledad por la noche ya no existe más que en su imaginación. Puede ir del Sur al Norte, desde la Plaza hasta el Río, sin encontrarse con nadie. Atraviesa el paseo de los fantasmas, y también los fantasmas han desertado. En un portalón aún le gusta comprobar que las aldabas son de bronce. Quedan calles empavesadas de cantos puntiagudos. Y hay letreros que sobreviven, con su tipografía moderna, debajo de la mugre de las ya añosas pintadas y al margen del caos de los grafitis. Una colonia de gatos aposentados en lo que fuera el terrero de un viejo convento, en el antiguo corazón de la urbe, es el mayor signo de los nuevos tiempos. Junto a algunas recuperadas piedras del pasado. Quizás sean ambas señales muestra inequívoca del rumbo futuro, abocada como está la vida aquí a servir al definitivo despliegue de un mundo de ficción del que los días por venir exhalan, corriente abajo, un paisaje irreal de carne de píxel y humo algodonoso, sobre el cauce cegado de un sueño del que fuera imposible despertar. Pero no nos pongamos apocalípticos. Y sigamos fabricando el Arca.Edward Hopper: Sunday, 1926. The Philipps Collection, Washington.
miércoles, 24 de agosto de 2022
PURA FICCIÓN, AFICIÓN PURA
(LUN, 646 ~ «De la vida misma»)
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