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George Morland: Two Pigs in Straw (Barn with Pigs), s. f. Nottingham City Museums and Galleries (Nottingham Castle). |
El veraneante acalorado, sosias de sí mismo, había pensado escribir un relato que llevaba por título: «España, un país de guarros», aserto que no sabía bien con qué imágenes elocuentes ilustrar de tantas como se le ocurrían. Pero hete aquí que (o heteaquíque), como entre las virtualidades del algoritmo y el ritmo de las partículas subatómicas de no localización es evidente que todo está conectado y hasta en relación muy íntima, fue pronunciar, tal vez pensar sólo, la palabra “guarro” cuando en la pantalla de su celular se iluminó la alarma de su email diciéndole que tenía un nuevo mensaje de Maximiliano Jabugo, su ocasional proveedor de algunas delicias que ya el nombre sugiere. Esta casa de alta gastronomía ibérica, paradójicamente basada sobre todo en las partes bajas de buenos ejemplares de la especie Sus escrofa domestica, se caracteriza por sus originales campañas de publicidad, muy cuidadas tanto en el fondo como en la forma. Al veraneante no le duelen prendas en reconocer que más de una vez he empleado algunas de sus sugerencias para resolver algún compromiso. Pero jura que esta es la primera vez —no sabe si será la última— en que no ha podido resistirse a dar completa la última misiva llegada a su correo electrónico y que, advierte, ofrece sin omitir siquiera ni los títulos de crédito. Disculpen, hipotéticos lectores, queridas lectrices, la pausa publicitaria. O mejor disfruten de ella: al fin y al cabo hubo un tiempo en la televisión —cuando aún existía la televisión— en que la parte más vistosa y creativa era la de los anuncios. Y dice el veraneante que la misiva reza literalmente así:
»»
«DEL TERRENO. Cuando era niño, mi abuelo me mandaba a la bodega con un duro, un par de veces a la semana, para que el bodeguero me rellenara una garrafa con "vino del terreno".
Ese "vino del terreno" era con el que acompañaban las comidas, que entonces llamaban almuerzos, mis tíos y mis abuelos en las reuniones familiares que se daban en verano en el pueblo.
En ocasiones comíamos, o almorzábamos, unos tomates que recuerdo riquísimos, que eran "Tomates del terreno".
Otras veces, había lechugas de hojas largas, que mi tío decía de "oreja de burro", que eran, como habrá adivinado, "Lechugas del terreno".
En esa época, en la que ni había globalización, ni se la esperaba, casi todo lo que comíamos era "del terreno".
Las naranjas eran de Valencia y Valencia era tierra de Naranjas.
Las alcachofas y los espárragos eran de Tudela y Tudela era conocida por ambas cosas.
Murcia no era Murcia, era la huerta murciana.
España entera era un conjunto de terrenos, cada uno produciendo lo suyo, y regalando a sus habitantes cientos de "manjares del terreno".
Cuando hablo con alguien y me dice que los tomates no le saben a los tomates de su niñez, o que las naranjas tienen otro sabor, o que ya no hay lechugas como las de antes, veo claro que lo que se ha perdido es ese añadido "del terreno" que antes tenían las cosas.
No todo, pero sí en gran medida.
La globalización nos trae Tomates de Holanda, Naranjas de Marruecos, Lechugas "Iceberg", que no se parecen a la oreja de un burro por ningún lado, y que son originarias de California.
Vaya, que comerse "algo del terreno" hoy, es harto complicado en este país, que sinceramente, y tiro de orgullo patrio: estoy convencido que es "el país más rico del mundo", en cuanto a gastronomía se refiere, y estoy dispuesto a discutirlo con cualquier amante del sushi que me lo niegue.
Ocurre que, como en la obra de Asterix y Obelix, todavía quedamos algunos pequeños reductos que nos negamos a ser conquistados por esa globalización.
Productores de cosas nuestras, del terreno, que se hacían y se siguen haciendo hoy, tal y como se hacían entonces.
En nuestro caso, nos enfrentamos a esa globalización, con la producción artesanal de nuestros jamones.
Que sí, que ya se qué ahora es más moderno comer sushi, o comprar Jamón de Parma. Que serán productos extraordinarios, no lo dudo. Pero yo, qué quiere que le diga, soy un enamorado de las "cosas del terreno".
Y eso es lo que hacemos en Maximiliano Jabugo, producir jamones para los enamorados de "las cosas del terreno", de lo nuestro, de los sabores de antes que no queremos que se pierdan.
Una de las cosas que más me satisface de nuestro trabajo es cuando algún cliente nos dice: estos jamones me saben a los jamones de toda la vida.
Claro, respondo yo, no pueden saber distinto, porque son jamones hechos como se hicieron toda la vida.
Si quiere disfrutar de nuestros "jamones del terreno" con el sabor de toda la vida, puede hacerlo entrando en nuestra tienda online:
Disfrute del verano en el país más rico del mundo.
Maximiliano Portes / Maestro Jamonero.
P.D.: Un abrazo a todos los productores locales que contra viento y marea, siguen produciendo productos nuestros, del terreno, con el amor y pasión de antaño, para que sigamos siendo el país más rico del mundo.
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Y hasta aquí llegó la marea.
(LUN, 656 ~ «De la vida misma»)
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