viernes, 22 de mayo de 2020

El cochero

La imagen puede contener: cielo y exterior
Cuadro del pintor polaco Mirosław Szeib.
Yo en otra vida fui cochero. Hasta que subió ella. Y me puso a su servicio. De lo mismo. O casi.
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1 comentario:

Alfredo J Ramos dijo...

Anotaré una de esas curiosidades que a veces quedan contadas aquí, casi con un apunte privado, para que no se pierdan. Escribí el breve texto de la NUL a lo largo del día. Empecé esta vez por el título, la imagen de un cochero conduciendo su coche de caballos fue lo que se me impuso y me limité a anotarlo. Sin más. No tardó en surgir, un par de horas después, la asociación con una carroza fúnebre, que probablemente (aunque no puedo decir con seguridad qué fue antes) desencadenó la primera frase, con su referencia a otra vida. La presencia no explícita, pero fuertemente aludida, de la muerte se “subió” al micro con la segunda frase. Las demás fueron matizando poco a poco la breve historia, hasta su dubitativa apertura final.
Y ahora la coincidencia: una vez concluido y publicado el texto, leí en un periódico en papel atrasado (“el país”) un artículo de Manuel Vilas en el que elogiaba con vehemencia una película de Antonio Mercero, en concreto su ópera prima: «Se necesita chico», casi desconocida (para mi, por completo) y que él califica como “obra maestra”. Decidí buscarla en Movistar 7D y me puse a verla. Y es cierto: es una película muy original y con momentos de gran calidad, no sé si exactamente una “obra maestra”, pero sí muy digna de atención. Pues bien, la escena central de la película es, oh coincidencia, una larga secuencia que tiene como objeto visual fuerte la presencia de una carroza fúnebre que está cumpliendo su cometido en un entierro y cuyo cochero, empelucado y con vistoso uniforme, entabla una carrera con un lujoso automóvil y su presuntuoso dueño. Ni que decir tiene que, casualidades al margen, aquello me pareció una coincidencia nada fortuita y digna de ser tenida en cuenta. Y es lo que hago. Eso que llamo a menudo, con frase de Auster, la “música del azar” suena cuando, donde y cómo quiere. Quede constancia.