miércoles, 20 de mayo de 2020

El turno

La imagen puede contener: personas de pie
Alexei Sundukov: La cola, 1986. Museo Estatal Ruso, San Petersburgo.
—Buenas tardes.
—Buenas.
—¿Es usted el último?
—Según cómo se mire.
—En la cola.
—Claro, estoy en la cola.
—¿Y para qué es?
—¿Para que es qué? ¿la cola?
—No, que para qué quiere usted ser el último.
—Bueno, acabo de llegar.
—Ah, entonces, no sabrá...
—¿Qué insinúa?
—Nada, sólo si sabe si tardará mucho...
—Eso depende.
—Varía, claro.
—Sí, varía. Pero también depende.
—¡Vaya! El caso es que...
—No, no voy a ir a ningún sitio.
—Ya, ya, sólo quería decirle que...
—Diga, diga.
—... no sé si pedirle a usted...
—¡Eh!
—... la vez. El turno, ea
—Ah, bien. Si es eso sólo, hecho.
—Después de usted, entonces.
—Se verá.
—¿Y eso?
—Nadie puede estar seguro.
—Bueno, eso es cierto. Son tiempos raros.
—Fíjese, cuanto llegué no había nadie.
—¿Nadie? Y eso.
—No es fácil hacerse cargo.
—Y que lo diga.
—Uno llega, vive su vida, va pasando el tiempo...
—Es como dice.
—Y cuando se quiere dar cuenta...
—Sí...
—... faltan más de la mitad de los que iban delante.
—E incluso al lado.
—Si, esos también.
—Esos y esas, no se olvide.
—Y es entonces cuando se vuelve uno...
—Una miradita hacia lo que viene por detrás.
—¡Eso mismo! Se mira y...
—No me diga más: se vuelve a caer en la cuenta de que...
—... alguien se pondrá detrás...
—... y nos pedirá el turno...
—... y se lo daremos...
—... y así sucesivamente.
—Bueno, parece que le toca.
—No si yo ya me iba.
—Ah, creía que...
—No, nada. Es su turno.
—Bueno, gracias,
—Adiós, buenas tardes
—Adiós, buenas noches.
El autobús llegaba ya. Y, como siempre durante estos días, casi vacío.

...

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