Contemplando la Venus de Milo, siglo II aC., Museo dell Louvre. |
«Conciertan de tal modo los diferentes felinos sus pesquisas...», leyó en la siguiente página del cuaderno, «que ya nada le importaba que le entendieran o no». Eso fue justo antes de venir aquí a dar señales de vida. La imagen lo había estado persiguiendo por distintas pantallas y ahora no tenía más remedio que rendirse a ella, de forma parecida a la manera simple y espontánea con que Rilke, el poeta, en aquel testamento, se rindió a un amor impenetrable.
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