Giovanni Battista Moroni: El sastre, 1565-1570. National Gallery, Londres. |
—Hay hilos que no se acaban nunca —dice el maestro del corte.
—Ni nunca llegan a construir de verdad algo que arrope —responde el aprendiz maduro.
—Ah, el arrope, con ese dulzor un poco repulsivo.
—Sí, jefe, pero también la necesidad de vivir bien resguardados en la intemperie.
—¿Intemperie, dices? Pues creo que le tira la sisa.
—Ah, no lo sabía...
Y seguían laborando, entre la tela que cortar y el jaboncillo del marcaje. Tal vez crean que no morirán nunca.
—Ni nunca llegan a construir de verdad algo que arrope —responde el aprendiz maduro.
—Ah, el arrope, con ese dulzor un poco repulsivo.
—Sí, jefe, pero también la necesidad de vivir bien resguardados en la intemperie.
—¿Intemperie, dices? Pues creo que le tira la sisa.
—Ah, no lo sabía...
Y seguían laborando, entre la tela que cortar y el jaboncillo del marcaje. Tal vez crean que no morirán nunca.
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