CRECIDO Y CÓMODO, AMÉN DE AMPARADO EN LA AQUIESCENCIA PASIVA PERO INMUTABLE DE LAS MUSAS, EL PROFETA PERORA FRENTE AL AUDITORIO
Tras la falsa alarma eburiense, me llegaron señales inequívocas de que Nostra había vuelto a sus predios del Auditorio Nacional de Música. Es este un espacio que él, como viejo habitante de la colonia de la Cruz del Rayo, considera propio o muy cercano porque, como me dijo una vez y volví a oírle repetir ahora, encaramado sobre esa especie de alpendre de granito que bordea el jardín vecino al espacio dedicado a Rodolfo y Ernesto Halfter, «es difícil encontrar mejor palenque que esta plaza de hemisférica gradería, justo delante de una fachada tan bien historiada y donde las musas vigilantes, a saber, Calíope, Melpómene, Clío y Talía, son el público más excelso y atento que predicador u orate alguno pueda soñar, y por añadidura, componen una audiencia cautiva, pues no creo que vayan a salir de su hermoso pasmo en piedra, o lo que sea, para disentir en algún punto de mis filosofías o, ni mucho menos, osar llevarme la contraria». Y hecho el prolegómeno, tras un rotundo carraspeo, Nostra prosiguió con una plática sobre —subrayó él—, «la plétora de imágenes de nuestros días». La copié literal y otro día la transcribo.
(LUN, 957 ~ Las cosas de Nostra)
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