domingo, 24 de octubre de 2021

LAS COSAS DE NOSTRA (6)

«GANAREMOS AMPLIAMENTE SI OBSERVAMOS LA PERIPECIA AL UNÍSONO», DICE EL PROFETA MIENTRAS TRATA DE AVERIGUAR ‘QUÉ SE FIZO’ DE LA ESQUINA DEL BERNABÉU

El profeta de barba blanca. Foto Pigsel.

Desde la plaza de Cataluña el camino más corto para acceder al Bernabéu es la calle Segre, que en su tramo superior, antes de cruzar Serrano, recibe el nombre de Cinca. Es un camino que el Profeta, según me ha dicho alguna vez, recorría antes muy de tarde en tarde, y nunca en fin de semana, pero que ahora, desde que vio alzarse sobre el estadio las —son sus palabras— «grúas más potentes y altivas que vieron los cielos», le atrae «como tulipa de luz a mosquito» y «no te vayas a creer», me confesó, «por el motivo más peregrino que pueda nadie imaginarse, incluso tú: fíjate que no logro quitarme de la cabeza una idea por eso mismo fija y que es nada menos, manda güevos, que saber qué se fizo de la Esquina del Bernabéu, aquel rincón tan apañado, recogidito y devoto, pues no en vano se encontraba afrontado a la sombra misma del torreón del Padre Damián, lugar y patronímico estos de los que tengo en mi memoria surcos hondos y bien provistos de matices y tropiezos en los que acaso debería demorarme, pero otro día que hoy se me hace tarde».

Nostra me explicaba estas cosas en la acera del Paseo de La Habana con Concha Espina, mientras admirábamos los dos, justo enfrente, el poderoso brillo de la nueva techumbre metálica del estadio —dicen que Florentino de pequeño era aficionado al Meccano— y, un poco más arriba, un incesante trasiego de tráfico aéreo de gran altura que estaba convirtiendo el prodigioso cielo de las últimas horas de la tarde en algo parecido a la cuadrícula de un crucigrama. Debíamos de estar pensando en lo mismo (y aquí vendría bien insertar la frase, también suya, que he entresacado para el título: a ti te toca, lector o lectriz, arrimar el hombro) porque, antes de decirle adiós y enfilar mi ruta de regreso a casa, Nostra me miró con una gran sonrisa y, haciendo con la mano el gesto del que escribe o el del que dispara (qué no estaba nada clara el garabato), me gritó: «¿Yunque de platero? ¡Tas!».
(LUN, 948 ~ «Las cosas de Nostra»)

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