Poesía al alcance de la boca
Sagrario Pinto: Versos para
comérselos. Madrid, Anaya, 2020.
Ilustraciones de Teresa Novoa (Col. Sopa de Libros, núm. 200). 96 págs.
8,80 €.
Como saben bien maestros, profesores, padres y lectores
atentos, la poesía llamada infantil goza de buena salud. Hace tiempo que se
dejaron atrás el sonsonete y la moralina como ingredientes básicos de unos
poemas que se valoraban, sobre todo, por su carácter didáctico. Y asociados, la
mayoría de las veces, a la exaltación de una conducta irreprochable envuelta en
tópicos de corto recorrido. Ese panorama por fortuna cambió y en las últimas
décadas se ha consolidado, en la LIJ peninsular –no solo en la escrita en
castellano– , una vertiente de la creación poética para niños que atiende ante
todo a criterios estéticos: sin desdeñar su dimensión pedagógica, esa tendencia
se caracteriza por concebir el poema como una pieza de arte verbal.
La colección «Sopa de Libros», de la editorial Anaya, es
una de las que acoge buenas muestras de ese quehacer. En ella acaba de aparecer
un nuevo libro de Sagrario Pinto (Talavera de la Reina, 1957), maestra de
profesión con varias décadas en la enseñanza pública y autora con una ya extensa
carrera literaria. Su obra La casa de los días (publicada hace ahora
veinte años en la misma colección y que en 2019 alcanzó su 20ª edición), en
palabras de Carmen Guatia, «es un libro de poemas escrito al ritmo del calendario
que está, seguramente, en las clases de todos los colegios de España» (en Dame
Tiempo, Madrid, PPC-Fundación SM, 2019). Pinto, autora asimismo de poemarios
no infantiles, ha publicado también novelas, relatos y obras de teatro, además
de ser la coautora de varios métodos de Educación Infantil (Cachalote, Qué
idea, Retos) y de numerosas obras didácticas.
Versos para comérselos es un
poemario que tiene la comida y los alimentos como tema de fondo. Sus 34 poemas
se organizan en tres secciones dedicadas, respectivamente, a las principales “materias
primas” para una buena y rica alimentación; los utensilios y aparatos que hacen
posible el paso “de la cocina al comedor”; algunos apuntes sobre experiencias «en
el restaurante», y, como brillante colofón, unas cuantas referencias a obras
literarias relacionadas con la comida y evocadas en la sección «Cuentos a la
carta». Es esta última, a mi juicio, no
sólo la parte más brillante y lograda del libro, sino también la que contiene
las claves desde la que es recomendable enfocar toda la obra: acaso los mejores
platos sean aquellos que estén destinados a ser cocinados en un poema.
Versos para comérselos es un libro
fresco, divertido, sencillo y sugerente. Tiene la rara virtud de la buena
poesía: al leerlo, nos parece que “aquello” se le podría haber ocurrido a
cualquiera (y de hecho así es: ¡ay, qué sería de nosotros sin los “lugares
comunes”!). Pero, a poco que prestamos atención y una segunda mirada, caeremos en la cuenta de
que “aquello” tal vez no pueda decirse de otra forma. Y eso es lo que siempre
hace de la poesía y de un buen poema algo digno de ese nombre.
Y como muestra un botón:
Entre manzanas
En el frutero del restaurante
hay dos manzanas muy parlanchinas
que entre fogones pasan el rato
contando historias de su familia.
Dice la roja que allá en el bosque
una manzana roja salvó
a Blancanieves, la más hermosa,
que dio un bocado y se desmayó.
Cuenta la verde, como en secreto,
que una manzana verde doncella
protegió al hijo de un tal Guillermo
y cayó herida por una flecha.
–¡Esos son cuentos! –exclama el plátano.
–¡Paparruchadas! –dicen las peras.
Y las manzanas siguen hablando
ante el asombro de las ciruelas.
Finalmente, mención especial merecen los dibujos de Teresa
Novoa: lejos de limitarse a recrear o ilustrar los poemas, son en sí mismos una
lectura, muy aguda, de los mismos. Lectura que se traduce en una interpretación
en clave animal que le da al libro un aire muy sugerente de moderno fabulario,
en consonancia con toda una tradición literaria que resulta muy reconocible y
de la que Versos para comérselos es un nuevo, destacado y apetitoso
plato. ¡Buen provecho!
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lunes, 1 de junio de 2020
Versos para comérselos
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