viernes, 19 de junio de 2020

Patíbulos

La imagen puede contener: exterior e interior
Umberto Boccioni: Alboroto en la Galería, 1910. Pinacoteca de Brera, Milán.
A la plazas públicas, donde ya se habían dispuesto los patíbulos y sus ecos, habían ido afluyendo verdugos de todos los colores ataviados con las más variopintas vestiduras. Eran cientos, tal vez miles, y tras mirarse durante un buen rato los unos a los otros, los otros a los unos, varias veces y viceversa, llegó un momento en que todos, primero con ansia, luego con asombro, más tarde ya con perplejidad y hasta hastío, escudriñaban sin cesar los rincones casi husmeantes en busca de las víctimas. Pero no sé veían por ningún lado, ni aparecía nadie que pudiera desempeñar ese papel. ¿Qué hacer? Las guillotinas fulgían en la altura y el sol arrancaba brillos contrarios de las hachas. Fue entonces cuando un esbirro gordo de capuz negro rematado en una ridículo borla lanzó un alarido y arremetió contra un colega de verdugo rojo y grandes aberturas oculares. Y, como suele decirse, allí fue Troya. Siguen en ello.
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