Ilustración ©️Javier Serrano, 2001 |
(También conocido como «El caminante inmóvil»)
Por más que fuerzo la memoria no consigo saber por qué camino llegué al interior del Obelisco, que sin duda estaba ya en la famosa película de Kubrick, en forma de monolito que le descubría a nuestro antepasado simio la perfección de la línea recta y el placer de acariciar un filo.
Y también en la cantera aquella de Egipto, no muy lejos de la ciudad líquida de Asuán, de donde al parecer salieron los más historiados y famosos de las plazas del mundo, además del obelisco inacabado, que allí se mantiene, caído y quebrado, como un ejemplar único en su especie, aunque de hecho nunca haya tenido esa condición.
Sé que han sido varios los caminos recorridos y muchos los paisajes soñados antes de poder reconocerme en este estado de alerta interior, concentrado frente a la abertura que me permite contemplar el mundo, más ensimismado que verdaderamente solitario, atento a cualquier movimiento que venga del exterior —o de mi propio corazón— y, sobre todo, dispuesto a despegar tan pronto como la cuenta atrás finalice.
...
No hay comentarios:
Publicar un comentario