José Chávez Morado: Los embozados, 1955. |
Dijo su nombre y nos fue saludando uno por uno. Parecía difícil de creer, pero aún recordaba detalles tan nimios como las películas favoritas de cada cual o las aficiones que imprimen carácter —filatelia, mariposas, minerales— y hasta la manera que teníamos de ponernos la mascarilla. Por esto último, a todas luces un dato inconsistente en su relato, supimos que era un impostor. Y decidimos deshacernos de él.
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