Me gusta mucho
resolver jeroglíficos:
sus saltos mágicos.
Descifrar símbolos
buscar analogías,
traducir signos.
Hay siempre un algo
que va de un sitio a otro:
¿vuelo poético?
Un buen enigma
es el que está a la vista
bien escondido.
Exige un poco
de imaginación y...
¡mucha paciencia!
El premio es siempre
no darse por vencido
—ni en la derrota.
Los jeroglíficos
son juegos que, a su modo,
burlan la inercia
mental, evitan
los caminos trillados,
ensanchan lógicas.
Pero hoy no encuentro,
ni en prensa ni en las redes,
la vieja escuela.
Aquella impronta
de sencillez genial:
¡Ocón de Oro!
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