domingo, 2 de agosto de 2020

Sostiene Vargas Llosa




(Al filo de los días). Curioso a la par que interesante y hasta impertinente el artículo dominical de Mario Vargas Llosa. Qué razón tiene en su reivindicación del papel guiador y cancerbero de la gran crítica en el terreno literario, sin duda una de las más lamentables pérdidas impulsada por la banalización difundida por las redes sociales y su incesante reiteración de parabienes (u odios) recíprocos, pulsiones por completo ajenas al sosiego, atención e imparcialidad que requiere la tarea de opinar críticamente, además, claro está, de saber de lo que se habla. Es tal vez una de las más lamentables confusiones que, en buena medida, ha sido fomentada por la facilidad de los medios líquidos y el vaciado permanente de información sin formación. Vargas lo glosa con buenos ejemplos y cita nombres imprescindibles. Sin embargo, se diría que hacia el final de su artículo se le va un poco el oremus y termina nada menos que culpando al teatro y a la poesía de ser géneros «más plegables a la adaptación al medio, al conformismo y la resignación», mientras que la novela sería el último reducto de la lucidez. Curiosa opinión. Parece como si el Nobel peruano-español hubiera aprovechado las últimas líneas de su Piedra de toque para vengarse, taimada y tardíamente, de las reticencias de Borges frente a la “gran novela”, sobre la que no logró arrancarle, pese a su insistencia, un explícito reconocimiento. No hay que descartar, con todo, que la luz de agosto —a veces una espuerta de cal viva— vuelva más relevantes estas cosas.

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