(Al filo de los días). Este artículo del historiador Álvarez Junco sobre el rey Juan Carlos I de España, actual Emérito Trasladado a NoSeSabeDónde, me parece una exposición sencilla, precisa y ecuánime de lo realmente ocurrido durante el reinado del penúltimo de los borbones españoles, incluido el esperpéntico, triste y quién sabe si delictivo final. Juan Carlos I bien podría pasar a la historia, además de como el Rey Campechano y Bribón (sobrenombres con los que él mismo se ha dejado asociar), como el Monarca de la Chiripa: a la vista de cómo va rematándose la historia y examinadas las declaraciones propias que el personaje ha hecho sobre casi cualquier cosa, se impone la sospecha de que todo lo mejor de su reinado ha sido un afortunado “encaje de bolillos” en el que, junto la destreza de una gran número de personas en puestos clave (incluida a veces, sobre todo tras el 23F, su propia presencia) y merced a la paciencia o indiferencia general del común, ha tenido un peso muy destacado ese raro factor que es el azar favorable al que otros llaman suerte. Quizás la herencia de Franco, además del embolado de una dictadura criminal hasta casi el último estertor de su principal baluarte, fuera aquella proverbial baraka que al parecer rodeaba al pequeño general y cruel dictador, desde sus tiempos norteafricanos, y que también pareció proteger, quién sabe si por afinidades arábigopecuniarias, al que alguien, no precisamente con dotes de profeta, bautizó como El Breve. Probablemente aún veremos sobre este asunto cosas que van a resultarnos, si no indescriptibles, sí difíciles de narrar. Y no faltarán —me temo— vueltas de tuerca incluso inverosímiles, hasta que llegue el día, más próximo que lejano, de decidir qué se hace con los restos de un reinado e incluso con los de su protagonista. Habrá que ver.
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