viernes, 28 de agosto de 2020

Pisando ceniza, de Manuel Arroyo Stephens


(En voz alta).
Inclasificable, en efecto. Memorias, sí. Pero probablemente, y sobre todo, el cumplimiento de un consejo que en realidad era una orden que en realidad era una herencia: de la amistad y la extrema confianza (ese difícil matrimonio): «Escribe». Sabemos bien que no es fácil llegar a esta llaneza, tan complicada, a esta naturalidad, tan envolvente. Trapiello (nota en la cuarta de cubierta) dice: «Un libro que no suena a nada de los que sus compañeros de generación han escrito. No parece ni siquiera español, no parece ni siquiera literatura». Aún no lo he terminado. Pero puedo decir que dentro están 96 páginas inolvidables, únicas, absorbentes, con la mejor aproximación a un autor del que en ningún momento se dice su nombre. Una revelación.

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