viernes, 29 de mayo de 2020

Un cine que se acaba

Los ojos fascinados de Ana Torrent en El espíritu de la colmena, de Victor Erice.
(Al filo de los días). Leo con interés esta especie de elegía que Carlos Boyero dedica a las salas de cine, no sé si también —yo así lo creo— al cine tal como lo hemos conocido hasta ahora, aunque durante algún tiempo aún se siga proyectando en salas. Y es que, en efecto, el llamado séptimo arte digno de ese nombre, como ya han puesto de relieve críticos e incluso cineastas —Erice, entre otros—, tal vez sea ya cosa del pasado, derrotado definitivamente por un neogénero que guarda con él cierta filiación —imágenes en movimiento para contar una historia— pero que ya no coincide ni en la manera de concebirlo, producirlo, desarrollarlo ni, sobre todo, de «consumirlo».

En mi caso particular —y algo he escrito sobre ello— fui muy consciente de que esa despedida se produjo al asistir hace unos meses al estreno de El irlandés, la última de Scorsese, en una pequeña sala de Madrid y en medio de un patio de butacas lleno de espectadores cuya edad media seguro que sobrepasaba los 70 años. Había que estar muy ciego para no entender lo que aquello significaba: ya casi una sesión póstuma, si no todavía del espectador (confío en que así fuera), sí por completo del tipo de espectáculo, del milagro de la sala oscura, del viejo rito de ir al cine. Que se podrá seguir manteniendo durante algún tiempo, pero ya será otra cosa.

Y lo será porque, como bien pone de relieve la propia película de Scorsese, las historias cinematográficas ya se conciben y se ruedan bajo los criterios de un tipo de narración que, la mayoría de las veces, está más cerca de los hábitos de audiencia impuestos por las series y los telefilmes que según los viejos criterios narrativos de atención mantenida, despliegue demorado de la complejidad, dibujo minucioso de perfiles psicológicos, retratos de conciencia, ejercicios de suspense sin exceso de tramoya, etc. En fin, toda una amplia gama de cambios no sólo accidentales que, si bien muchas veces resultan imperceptibles por la continuidad de la experiencia, en el fondo explican las muy diferentes sensaciones que el espectador de cierta edad y gusto no estragado tiene ante la cinematografía actual, sin que ello implique no saber apreciarla, disfrutarla y valorarla como se merece. Sólo que ya no es —ya no es— lo mismo.

6 comentarios:

Alfredo J Ramos dijo...


Gonzalo García Yo (que sé poco de cine, así que respondo sobre todo al hilo de la nostalgia, no propiamente al específico del cine) me pregunto si no será (también, no en exclusiva) que olvidamos fácilmente el pasado cutre. La forma de contar evoluciona, supongo, pero ¿no ha habido siempre cine malo, y no ha sido por lo general el más taquillero (es decir, el que sostenía de verdad el negocio)? Venimos de Bergman, quizá, pero también de Los bingueros. Vuelvo a decir que es una desconfianza nata, no de experto, así que júzgala sin manías. No sé, es que el cine ha muerto, la novela ha muerto, la poesía ha muerto, y seguimos admirando con razón a Chaplin, Woolf o García Lorca, pero se sigue rodando y escribiendo y entre la multitud quiero pensar que este presente también tendrá sus voces de calidad. "Quiero pensar" no es precisamente un argumento como lo sería hablar de tal cineasta o novelista o poeta, lo sé, pero prefiero decirlo sin disfrazarlo, con la debilidad con que lo he pensado, que para eso hay confianza...

Alfredo J Ramos dijo...


Gonzalo García Eso es muy largo, ¿no tendrás un tuit de resumen? :-P La idea de consumo, que Erice menciona, me parece una clave. Pero la ligaría también a la realidad social: ¿en cuánta parte libramos una batalla diaria por meramente sobrevivir, en estas ciudades en las que está el trabajo pero el alquiler te desangra, y cuánta energía queda luego para mirar, para leer, en vez de para entretenerse, ayudarse a dormir? Es cierto que quien lleva la sed dentro no tiene ganas de que le ayuden a dormir, sino de obras que le sacien. Y quizá este es un cansancio muy personal. En las series también pensaba. Otro aspecto de la sociología del arte que me interesa es como en la serie los autores suelen difuminarse. En el cine todavía importa mucho el Director. En la serie, los guionistas suelen escribirse con minúscula. A su pesar, quizá; se oyen quejas del trato y salario, además; pero hay algo en ese plural que me gusta, que se aleja mucho del Ego romántico. Estoy alejándome mucho de tu tema. Gracias por la reflexión.

Alfredo J Ramos dijo...

Federico Gallego Ripoll dijo: No, el cine no se perderá, igual que no se han perdido los vinilos, ni los libros en papel. Habrá de todo, y eso es bueno. Conviviremos como en la taberna de "La guerra de las galaxias", cada cual con sus cinco ojos, sus cuatro manos, su color verde o violeta. Tan ricamente. Yo, cada vez que veo las películas de Erice, por ejemplo, me vuelvo a llenar de congoja, y echo de menos el que no las proyecten en las salas de cine, porque pocas cosas hay tan gratificante como compartir esa emoción con personas desconocidas en la penumbra de una sala de proyecciones. Dentro de lo que cabe, creo que cada cual debería vivir su propia vida, no la vida "que nos dicen" que tenemos que vivir.

Alfredo J Ramos dijo...


Federico, amigo: ya te entiendo, creo, y comparto: eso no se perderá porque forma parte de la cultura; pero no es ese el asunto que planteo. En concreto: ¿cuando has ido al cine, a una sala de cine, por última vez? Ver cine en un medio que no sea una sala y en compañía de otros es “asimilar” un determinado contenido y también claro disfrutarlo, pero no es ver, en sentido estricto ,cine. E ítem más, en la medida en que el cine se está dejando de hacer para ese “rito”, esa forma de mostrarse, empieza a ser (ya ocurre) otra cosa. En el artículo de Erice creo que se expresa con bastante claridad. Aunque, naturalmente, es discutible. Y matizable.

Alfredo J Ramos dijo...


Chuba Duruba dijo: Entiendo que el cine seguirá existiendo. Es verdad que cada vez será más residual, pero no creo que desaparezca. Ya quedan pocos cines como los de antes, todo se reduce a multicines en centros comerciales. Se ha perdido el encanto de las viejas salas.
Ahora, por otra parte, estamos en la época dorada de las series, que le están ganando claramente la partida al cine proyectado en salas. El cine actual, a mi juicio, tiene un problema de guiones. Algo que no pasa en muchas series, que sí tienen buenos guiones. Se sigue haciendo buen cine, claro, pero cada vez cuesta más ver una buena peli.

Alfredo J Ramos dijo...


Amigo Chuba: sí, podemos estar estar de acuerdo. Ese “problema de guiones” puede que sea un síntoma de lo que digo. E insisto en las preguntas: ¿cuántas pelis viste en un cine en el último año? ¿cuándo fue la última vez? No es que “el cine en el cine” desaparezca por ningún asunto extraño, es que la deserción del espectador, incluidos viejos cinéfilos, es un hecho. De eso se trata.