DONDE TODO PUEDE SER ILUMINADO E INCLUSO LLEGAR A OCURRIR
Maharajá sobre un elefante.
Mural en la llamada “Casa azul”, en Jodhpur, Rajastán (India).
Ahora que el llamado Emérito parece (¿perece?) ser que vuelve, tal vez sea oportuno —«Sí, sí que lo es», oigo rezongar al enano testigo por debajo del teclado— darle cancha, y en solitario, a ‘El maharajá que invitó a una cacería de tigres a un europeo pelirrojo’. Naturalmente, no hay alusión alguna, ni siquiera velada, a nadie en el aserto, porque es del todo merita coincidencia la nomenclatura de aficiones comunes, y más todavía cierta leve tendencia cromática capilar. Al igual que, tirando de ese hilo, será pura serendipia el hecho de que en las mientes de algún lector travieso puedan cruzarse ideas peregrinas hasta encenderse la una en la otra, como los famosos carbones del arco voltaico, el maravilloso artilugio que otrora iluminaba las proyecciones del cinematógrafo. Al fin y al cabo, queridos niños, niñas inclusas, la realidad es ese reducto donde solo ocurre lo que puede ser imaginado.
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