martes, 15 de marzo de 2022

ALEGRÍAS DEL REENCUENTRO

 ALEGRÍAS DEL REENCUENTRO INESPERADO

EN LA AURORA DE UN DÍA LLUVIA

Amedeo Modigliani: Desnudo sentado, 1916.
Courtauld Gallery, Londres


«Podría decir —me dice que le dijo ella con cara de confidencia en aquel inesperado reencuentro— que de esa historia, además de un reciente sabor muy agradable, tengo lo que bien se podría llamar recuerdos del futuro». Y es que, según me cuenta él, todo se confabula a través de un margen de tiempo apenas discernible entre realidad inminente e imaginación al galope, premisas muy bien ensambladas en ese fondo de extrema sensualidad que, desde ese nuevo día, suele estar presente en sus encuentros, en parte porque él ya no enmascara los deseos que su cuerpo le transmite, y ella porque, aunque no concernida por un grado semejante de excitación, fiel a la luz primera de su nombre, sí se siente muy halagada por provocar en él esas ensoñaciones. Y, según afirma él que piensa ella, hasta le gustaría, y mucho, que le contara de qué modo imagina que serían sus nuevos encuentros, y con qué dulzura y cuidado volvería, como entonces —aunque haga ya tanto—, a entrar en su intimidad, aflojando rigideces, excitando pliegues y suprimiendo barreras, hasta acariciar con mimo y soltura la cara interior de sus muslos, para ir buscando, en lenta y poderosa exploración, el despertar líquido de su sexo. Y, ya volcado el uno en brazos del otro y fundidas sus respiraciones en un solo frenesí y en el fervor de sus bocas trémulas, de qué delicioso modo no buscarían sus palabras un arco de penetrante intensidad para llegar juntos a un punto muy certero de placer compartido y al lugar ameno en el que otro poco poder demorarse. Y luego, ya bien acordados el otro con el uno, todo sería un dejarse deslizar por la hondonada deliciosa y llena de prodigios, y donde las voces serían al fin sólo una estela viajera de gozo y vibrante transparencia que vendría a culminar en un suceso en verdad imborrable de extrema cercanía, tal vez un punto de no retorno donde su encuentro, su aventura y la íntima amistad que en otro tiempo los unió —“Eres una alegría en mi vida”, le ha dicho alguna vez él a ella— quedarían sellados y ensoñados para siempre. «Nunca pensé que volvería a verte», acertó por lo visto a decirle cuando se despidieron. Y parecía que, en las palabras y en aquella habitación maravillosa, ambos sabían que no tardarían en volver a buscarse, y a encontrase tal vez.
(LUN, 806 ~ Las musas de Macías)

No hay comentarios: