(Visiones en voz alta, 📺11). Uno de los aspectos en los que la narrativa de las grandes series de televisión claramente iguala al mejor cine, y a veces lo supera, es en su manejo del fragmento. Muchas secuencias de los telefilmes parecen concebidas como clips casi autónomos, válidos por sí mismos, rítmicamente pautados y dialogados de forma tal que se pueda obtener de su visión una historia (anécdota) completa, comprensible. Y todo ello sin perder ni un ápice de su peso en el conjunto de la historia, que avanza así a través de una suma de intensidades cuya perfecta armonización suele ser la nota distintiva de las obras más logradas. Es lo que ocurre en la compleja e impactante Tercera Temporada de Fargo, a la que corresponde esta secuencia, robada de forma muy artesanal y precaria —como puede verse— de su reciente emisión enMovistar.
Atención, spoiler: aunque no lo creo, no está de más avisar de que la secuencia contiene aspectos que pudieran interferir en la percepción de la trama por parte del espectador. Dicho queda.
Visiones en voz alta, 📺14). Que a David Lynch se le haya ido definitiva y, quizás, maravillosamente la olla es una sospecha que nos asalta cada dos por tres a quienes seguimos, como podemos pero siempre con placer y gotas de estupor, la nueva temporada de «Twin Peaks», ese big bang de la nueva homevisión. De momento, es difícil pronunciarse y mucho más tener una opinión formada y coherente, o resumible, de lo que llevamos visto(en mi caso, 10 capítulos), porque hay demasiadas incógnitas y todas las expectativas —incluida la del fiasco, aunque lleno de perlas frescas y salvajes— están abiertas. Sí puedo manifestar, de nuevo pero nuevo, mi asombro ante la capacidad revulsiva, inquietante, lúdica, lúcida... y otros muchos adjetivos malabares que podría añadir, de este artista visual que, quién lo diría, se nos acaba mostrando como un devoto y aventajado discípulo de Kubrick, un émulo posmoderno y neosurrealista de Hitchcock, un continuador de la veta expresionista del mejor cine experimental y, qué quieren que les diga, un cachondo mental de primer orden. Pura intropía en vena. Algo tengo claro de momento: la nueva temporada de Twin Peaks es un 'suceso' artístico de primera magnitud. Y dará mucho que hablar. Aunque sea como camino hacia un pasmoso silencio. Si pueden, no se la pierdan.
Visiones en voz alta, 📺14). Que a David Lynch se le haya ido definitiva y, quizás, maravillosamente la olla es una sospecha que nos asalta cada dos por tres a quienes seguimos, como podemos pero siempre con placer y gotas de estupor, la nueva temporada de «Twin Peaks», ese big bang de la nueva homevisión. De momento, es difícil pronunciarse y mucho más tener una opinión formada y coherente, o resumible, de lo que llevamos visto(en mi caso, 10 capítulos), porque hay demasiadas incógnitas y todas las expectativas —incluida la del fiasco, aunque lleno de perlas frescas y salvajes— están abiertas. Sí puedo manifestar, de nuevo pero nuevo, mi asombro ante la capacidad revulsiva, inquietante, lúdica, lúcida... y otros muchos adjetivos malabares que podría añadir, de este artista visual que, quién lo diría, se nos acaba mostrando como un devoto y aventajado discípulo de Kubrick, un émulo posmoderno y neosurrealista de Hitchcock, un continuador de la veta expresionista del mejor cine experimental y, qué quieren que les diga, un cachondo mental de primer orden. Pura intropía en vena. Algo tengo claro de momento: la nueva temporada de Twin Peaks es un 'suceso' artístico de primera magnitud. Y dará mucho que hablar. Aunque sea como camino hacia un pasmoso silencio. Si pueden, no se la pierdan.
(Visiones en voz alta, 📺17). El final de la tercera temporada de «Twin Peaks», que parecía más que inalcanzable algo artificiosamente demorado, presumo que no ha dejado satisfecho a nadie. Entre otras cosas, porque no está nada claro que sea el final. Tengo la impresión de que Lynch, que es un viejo zorro plateado de estirpe genuinamente surrealista, se resiste a matar a la gallina de los huecos (sic) de oro. Y aunque en algún momento de esta larguísima, caótica, brillante, espesa, disparatada, vistosa y, en no pocos momentos, genial temporada, hay claros síntomas de agotamiento y un par, al menos, de secuencias con hechuras de telón final (pausa), la última foto fija —la del susurro del secreto— da pie para seguir alimentando el fuego que camina con nosotros siempre que nos invade la duda de quién mató Laura Palmer. ¿Nos vemos en 2052?
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