Vista panorámica de la playa asturiana de Santa María del Mar, en Naveces, concejo de Castrillón. Foto tomada de El Comercio. |
«Por Santa María, l’aiuga bravía, qué fredo facía». Al fondo del Alsa que nos llevaba a casi toda la familia a la playa, desde Bermúdez de Castro, en Oviedo, juraría que el ciego del Fontán iba cantando coplas, picardías y maldades. Yo estaba con los ojos borrosos por el madrugón, pero muy alertado por la novedad: viajaba por primera vez a la playa, conocería el mar. Y así fue. No recuerdo apenas la impresión del estreno, aunque podría fácilmente imaginarla. Pero no se me ha olvidado la sentencia de mi tío Manolo, con su gran cantimplora de madera colgada al costado. Al entrar en el mar se nos quedó mirando, a mi hermano el Estroleque y a mí, y poco después dio el vistobueno a nuestras dotes natatorias diciéndole a mi madre: «Os rapaciños vanche lixeiros como peixes». De la posterior comida campestre, en la verde zona elevada desde la que se divisaba completo el semicírculo de arena dorada y aguas partidas, queda un testimonio gráfico. Aparezco en cuclillas, en el centro, sujetando o tal vez apoyándome en una botella pequeña de gaseosa. Debe de ser la foto más antigua que tengo. Creo que aún no había cumplido los cuatro años. Pero conservo intacto el sabor de la sal de mi primera playa. «Por Santa María, l’aigua bravía, qué fredo facía».
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