Playa de Güi-Güi (o Guguy), en el oeste de Gran Canaria. Un lugar sólo accesible por mar o tras una larga caminata (unas 6 horas por terrenos difíciles) desde La Aldea. |
—¿Te acuerdas de los días de Güi-Güi?
—Cómo me voy a olvidar, si aún llevo sus huellas en mi espalda.
—El de la barca dijo que volvería a los dos días, pero se demoró una semana.
—Ya sabes, la hora canaria...
—Menos mal que Hari era hábil con el arpón...
—Eso decía, que se iba a pescar. Luego supe que en realidad compraba las doradas y las viejas a los pescadores.
—Licencias de juventud.
—Y aquel observatorio en lo alto del Risco, con una línea telefónica exclusiva tendida desde kilómetros de distancia.
— Y una escalera de vértigo. Aún recuerdo el miedo al subirla para hacer una llamada.
—Decían que era un observatorio de la Otán, para vigilar el tráfico atlántico.
—Y las leyendas de la isla, llenas de piratas.
—No se me olvida la cabaña de Escarlata, el único residente fijo, con su cama cubierta por un delicado mosquitero.
—También había una familia hippie, con un niña muy pequeña...
—Tendrías que contar con detalle los días de Güi-Güi...
—No sé, tal vez no den para mucho...
Y así, entretenidos con la charla y sus espejismos, terminamos de hacer, entre los dos, la cama.
—Cómo me voy a olvidar, si aún llevo sus huellas en mi espalda.
—El de la barca dijo que volvería a los dos días, pero se demoró una semana.
—Ya sabes, la hora canaria...
—Menos mal que Hari era hábil con el arpón...
—Eso decía, que se iba a pescar. Luego supe que en realidad compraba las doradas y las viejas a los pescadores.
—Licencias de juventud.
—Y aquel observatorio en lo alto del Risco, con una línea telefónica exclusiva tendida desde kilómetros de distancia.
— Y una escalera de vértigo. Aún recuerdo el miedo al subirla para hacer una llamada.
—Decían que era un observatorio de la Otán, para vigilar el tráfico atlántico.
—Y las leyendas de la isla, llenas de piratas.
—No se me olvida la cabaña de Escarlata, el único residente fijo, con su cama cubierta por un delicado mosquitero.
—También había una familia hippie, con un niña muy pequeña...
—Tendrías que contar con detalle los días de Güi-Güi...
—No sé, tal vez no den para mucho...
Y así, entretenidos con la charla y sus espejismos, terminamos de hacer, entre los dos, la cama.
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