lunes, 26 de agosto de 2019

Un rastro de cenizas


Cómo saberlo. El pulso que en la mano
despiertan las palabras que se forman
en un lugar vacío de la mente
—tal vez en las estancias inferiores
de la conciencia— traza en el paisaje
de la página en blanco un laberinto
del que no puede verse la salida
y la entrada tampoco. Variaciones
de un pálpito y un sueño, una maraña
de síntomas y lenguas imposibles.
El hilo de la trama es una sombra,
se desliza por las habitaciones,
pone en mis ojos la moneda egipcia
y un sol ajeno azul indescifrable.
Sólo queda el poema, sus palabras
—un rastro de cenizas aún calientes—
son la prueba y la carga del testigo.

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