Ilustración de Práctica/El País. |
(Lecturas en voz alta). No hay tema científico más apasionante que el de la investigación del funcionamiento del cerebro humano, sin duda el "objeto" más complejo de cuantos conocemos en el universo. Y del que siempre estamos esperando últimas noticias. No hace mucho pasó por Madrid (Fundación Ramón Areces) el neurobiólogo español Rafael Yuste, director del programa Brain. Con gran rigor y claridad expuso el titánico esfuerzo que se está llevando a cabo para intentar avanzar en algo parecido al desciframiento del “mapa cerebral”, inmensamente más complejo que el del genoma. Algunas otras cuestiones reveladoras al respecto se enuncian en este artículo, en especial los recientes cambios producidos en la asignación de las áreas cerebrales a la actividad de ese fenómeno inmediato e imprescindible que es la consciencia: el causante, entre otras cosas, de que yo escriba esto y tú, hipócrita lector, lo estés leyendo, acaso sin saber del todo muy bien qué nos une a los dos (aunque lo barruntemos). Dice Javier Sampedro en un momento de su artículo: «Hay dos campos científicos que aspiran a, o no pueden evitar, competir con los poetas en la interpretación del mundo: la cosmología y la neurología. Tiene toda la lógica. Una buena ecuación sintetiza una inmensa cantidad de datos en un centímetro cuadrado de papel, igual que un buen verso». Fin de la cita. Lo suscribo. En esa tarea estamos empeñados físicos, cosmólogos, neurólogos, biólogos y una caterva de aspirantes a que las palabras puedan ser un día, también, herramientas precisas reveladoras de nuestra verdadera naturaleza y, en suma, proveedoras de respuestas capaces de descifrarnos.
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