Pancho con la playa de Augas Santas, más conocida como «Las Catedrales», al fondo. A Devesa, Ribadeo, verano de 2009. Foto: AJR. |
Al igual que para otro amigo también ido, para Pancho el mar fue siempre “desde la orilla”. Ni el agua salada le hacía mucha gracia ni el ir y venir de las olas lograban entusiasmarle, incluso diría que le daban miedo o al menos le infundían un respeto disuasorio. Pero a veces, como aquel día cerca de Ribadeo, se le veía ensimismado a orillas de la playa. Era como si el sonido de algún concierto barroco, con graves y persistentes sonidos de rocas batidas por las olas, estuviera llegando hasta su prodigioso oído. Y esa música secreta que sólo él percibía parecía transportarlo a un estado de beatitud similar al que acoge sus cenizas desde hará pronto tres años.
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