Bonifacio de la Cuadra y Martín Prieto. Foto: Ricardo Martín. |
(Lecturas en voz alta). La temprana desaparición del periodista José Luis Martín Prieto, que Juan Cruz glosa con buena memoria y elegancia, me lleva a añorar tiempos apasionados del periodismo en el que había muchos motivos para considerarlo un género literario, no necesariamente menor. Aquellas crónicas del juicio del 23-F, que tanto he echado de menos ahora en lo del “procès”, fueron toda una lección de palabras con fortuna y un gozo diario.
El confuso y aborrascado final de MP, que Cruz conscientemente soslaya, es una de las incógnitas más lamentables del ciclo vengativo, en tantas direcciones, que se inició con la irrupción de modos montaraces en la prensa y del que tal vez aún no se han curado todas las heridas. En todo caso, seamos fieles a los buenos recuerdos y agradezcamos la maestría de una de las mejores y más creativas plumas del reporterismo y la inmediata comprensión de «lo que pasa en la calle».
Completa la necrológica este homenaje de su cuate Raúl del Pozo, pródigo en descripciones bullangueras y sin que falte alguna sabrosa revelación.
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