Borges, de cara al infinito. |
Borges en el trance de que alguien le diga que en un texto suyo (¿de quién?) ha descubierto una errata. |
Y, asintiendo, se me ocurre añadir: «Por sus erratas los conoceremos y tal vez, en esa conjetura del más allá, nos reconoceremos».
¿En qué mano está? Los juegos de Borges. |
(Hablarle a Borges, 72). Dicen que Borges dijo o escribió: «Siempre sentí que ser poseedor de un secreto me halagaba más que contarlo».
Y se me ocurre: «¡Sí, sí, dónde va a parar! Ser “el dueño del secreto” es uno de los más dignificantes papeles que pueden cumplirse en la vida social, tan dada al comadreo y la murmuración Aunque a veces también puede llegar a rozar lo heroico».
(Hablarle a Borges, 73). Dicen que Borges dijo o escribió: «Eso de que el plagio es la forma más sincera de la admiración, creo que es cierto».
Y nada más leerlo se me ocurre: «A mí también me lo parece. Nunca he entendido esos enfados monumentales de quienes han sido suplantados sin mayor menoscabo que el mero intercambio de nombres. Es más, intuyo que esas actitudes, con el ridículo egotismo que revelan, acaso demuestren un no estar a la altura del azar favorable».
Y nada más leerlo se me ocurre: «A mí también me lo parece. Nunca he entendido esos enfados monumentales de quienes han sido suplantados sin mayor menoscabo que el mero intercambio de nombres. Es más, intuyo que esas actitudes, con el ridículo egotismo que revelan, acaso demuestren un no estar a la altura del azar favorable».
Adenda: Hay, además, una definición del plagio en el Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce, que lo subraya: «Coincidencia literaria entre una prioridad carente de mérito y una posterioridad honorable». Y es que el plagio, como un directo homenaje, lo que muchas veces acaba fundando es el valor de la obra plagiada. El caso del Quijote, con la reacción que Cervantes tuvo ante el “agravio” de Avellaneda —y ahí sí que había, además de una probable querella y afrenta personal, un conflicto económico—, es paradigmático: sirvió para que Cervantes traspasara, por así decir, los límites de su propia obra llevando la escritura de ficción a un terreno inexplorado y radicalmente nuevo: la invención de la novela moderna. Confundir el arte con la propiedad y las segregaciones del ego es, como mínimo, un signo de profunda miopía.
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