martes, 24 de septiembre de 2019

Pieles de plátano

La imagen puede contener: una o varias personas y personas en el escenario
El Bosco: «La ascensión al Empíreo»,
una de las tablas de «Visiones del más allá», hacia 1490.
Palacio Ducal de Venecia.
De igual modo que tal vez los falsos recuerdos no sean sino visiones del futuro, mensajes de lo por venir, profecías, hay restos resbaladizos del sueño que no pueden ser otra cosa que desechos de vidas inferiores, probables demonios o ángeles de baja intensidad que —como Nickolson metido en la piel de Randle Patrick McMurphy, en el manicomio aquel del vuelo del cuco— se resisten a quedar confinados en los claustros de la materia oscura. No sabemos a ciencia cierta lo que significan en nuestras vidas. Pero a menudo sentimos que de un modo incomprensible son agentes provocadores que dignifican el terror. Y acaso nos enseñan a caer sin estrépito.
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lunes, 23 de septiembre de 2019

La prueba

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Frank Stella: Nemrik, 1999. Hal Hatzen Gallery, New York.
Había amanecido uno de esos días en que la sustancia mucilaginosa de los sueños parece desbordarse y deja llenas de trampas resbaladizas las primeras horas, de modo que no le resultaba fácil saber de qué lado de la realidad estaba ni, sobre todo, si —como dice Leon Kowalski en la primera escena de Blade Runner— aquello era ya «la prueba».
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Etimolatrías

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Puerta en Forlí, Italia. Foto AJR, 2018.
El caníbal no es hijo del Gran Khan
ni el gran Kant comprendió que el demiurgo
que le dictó las leyes a Licurgo
vio el festín de las fieras que aún están
disputando sus presas con afán
tan intenso, que incluso el Dramaturgo
Chispeante fingió ser taumaturgo
para poder así cumplir el Plan.
Una parte del hombre está maldita
y herencia de ese error es la batalla
que tenemos pendiente con Cerbero.
Porque cada palabra es una cita,
manifiesta u oculta, de la malla
que cubre las heridas del guerrero.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Alma

Edvard Munch, Chica mirando por la ventana, 1893.
Art Institue Chicago, Chicago, Illinois.
No tenía palabras para explicar aquellos momentos que se multiplicaban en su vida y a los que se limitaba a asentir con una mezcla de furor domado y alegría bastarda, hijos ambos del canto súbito y del llanto interior. Y, en general, del exceso de adjetivos. Pero le bastaba saber que en eso ella no era como los demás y que en lo demás nadie se le parecía. Tal singularidad la hacía, si no feliz, sí consistente. Y no había día que no diera gracias al cielo por el simple hecho de existir.
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sábado, 21 de septiembre de 2019

El baúl de Ferlosio

Rafael Sánchez Ferlosio, en Coria el 31 de diciembre de 2009.
Rafael Sánchez Ferlosio en Coria en 2009. Foto de Pedro Gutiérrez.
(Lecturas en voz alta). Poco a poco comienza a haber noticias de «el baúl de Ferlosio». Según su amigo más cercano y primer lector, el profesor Tomás Pollán, son nada menos que unas 200.000 páginas manuscritas. A ver quién se atreve.

El Ínterin

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Miguel Galano: Calle Covadonga, 1997.
Desde la acera de enfrente vi muchas veces parpadear el neón sucio con las letras sobre la puerta pero nunca me atreví a entrar. Ayer supe que están derribando el edificio en cuyos bajos se encontraba. Por el murete se veían los charcos de agua sucia y un solitario sillón desvencijado. Dicen que en tiempos llegó a ser el antro más concurrido de la ciudad. Siempre me pareció raro su nombre.
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viernes, 20 de septiembre de 2019

Rafael Juaréz

Fallece el poeta Rafael Juárez
El poeta granadino Rafael Juárez (1956-2019)
Me ha dejado muy triste la noticia de la muerte de Rafael Juaréz. Un gran poeta, un hombre inteligente. Fue un honor compartir con él y con Pilar Mañas algunos días intensos en Granada, en años juveniles y movidos. La otra casa, además de un título muy querido por él, era quizás también una metáfora del tránsito que ahora se cumple. Buen viaje, amigo.

En el museo

La imagen puede contener: 6 personas, personas sentadas y boda
Rembrandt: De Staalmeesters o Los síndicos de los pañeros, 1662. Rijksmuseum, Ámsterdam.
Ni ese sombrero de la izquierda está en su sitio, ni ese encuadre de la mesa se sostiene, y las cabelleras —si te fijas— no dan la vuelta a la cabeza, y esas manos, ya ves, no son verdaderas manos. Y sin embargo... ¿qué hacemos aquí tú y yo sin poder quitar la vista de sus ojos, sus ojos, sus ojos...? Tal vez esa sea la grandeza del arte: no recrea la realidad, la funda.
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Actualmente (hasta el próximo 29.9.19) puede verse en el Museo del Prado, dentro de la exposición: «Velázquez, Rembrandt, Vermeer: miradas afines».

jueves, 19 de septiembre de 2019

Hablarle a Borges (25)


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Borges en Selinunte, Sicilia, en 1984.
Foto de Ferdinando Scianna/Magnum
(Hablarle a Borges, 83). Dicen que Borges dijo o escribió: «Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo. Como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas».
Y anoto al margen: «El prado del abrazo, espadas como lágrimas: qué acorde suena la melodía feliz de la asonancia».
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Borges y... Borges.
Tomado de:
Borges y sus laberintos, por Moonmentum.
(Hablarle a Borges, 84). Dicen que Borges dijo o escribió: «Todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados por él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria».
Y casi sin aliento me atrevo a susurrar: «Creo, maestro, que es difícil de creer. De hecho, más que fe, exige una mente fatal».
Y unos día después: «El caso es que anoche estuve leyendo a Ferlosio, uno de sus prodigiosos laberintos, y creo que esto suyo [de Borges] es un buen ejemplo de “síntesis de la fatalidad”. Los caminos de la lengua casi siempre son senderos. Que se bifurcan, claro».
La imagen puede contener: una o varias personas
Una novedad: para conocer al "Otro" Borges.
(Hablarle a Borges, 85). Dicen que Borges dijo o escribió: «Nosotros vemos apenas un fragmento o un arco siquiera muy leve, pero la circunferencia, la felicidad, la plenitud, existe en alguna otra parte y existirá también para nosotros».
Anoto al margen, por enésima vez: «A propósito de arcos, flechas y plenitudes, viene a cuento, creo, la intuición de Valente: “El hemisferio del arquero en posición de tiro es la mitad visible de la esfera completa que la flecha aún inmóvil ya ha engendrado”. Valente tal vez no fuera muy borgiano pero estaba concernido por la misma materia».
Y días después releo «Cuando la flecha está en el arco tiene que partir», de Ferlosio, uno de sus textos inacabables. Y no se me ocurre nada que decir. Sólo decirlo.

El envite (o la traición)

Édouard Manet: «Stéphane Mallarmé»,1876. Musée d’Orsay, París.
© RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay) / Hervé Lewandowski.
«Estas palabras», me dijo sin levantar la vista del papel donde las escribía al tiempo que las pronunciaba, «no están aquí para nada que sea distinto a ellas. Son voces puras. Se limitan a sonar. Y a crear sombra». Como ocurrió lo cuento. Lástima que para ello tenga que..., cómo decirlo, que... traicionarlo. ¿Pero quién vive?
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miércoles, 18 de septiembre de 2019

Jabois, de nuevo


Quique González & Los Detectives:Me mata si me necesitas (2016) IMG_1057(Lecturas en voz alta). Recuerdo que lo primero que me llamó la atención, hace más o menos una década, de la prosa de Jabois fue su inconfundible aire cunqueirano, no solo por cierto uso de giros lingüísticos y el empleo de tiempos verbales al modo del español que se habla en el noroeste, ni tampoco exclusivamente por la famosa retranca del humor galaico: fue la clara presencia de los signos de un tipo de “inteligencia sintiente” de la que el autor de Mondoñedo es un verdadero prototipo lo que advertí en los primeros escritos del periodista pontevedrés que pude conocer, tal como tuve ocasión de poner de relieve en una vieja entrada de mi blog titulada con un Lean a Jabois más celebratorio que imperativo. Algunas de aquellas intuiciones se ha ido precisando y distinguiendo, en la medida en que Jabois ha ido completando su currículo con una admirable dedicación periodística y un espléndido impulso narrativo cristalizado en un par, acaso tres, libros de gran calidad (ante todo Malaherba). Pero el aroma a lo Cunqueiro no se ha perdido en sus estilo y a veces, como ocurre en esta magnífica pieza de alta cocina memorística, reportera y sentimental (en el sentido vallinclanesco y umbraliano de este último término), se extiende por toda la sala como si la vara mágica de Merlín hubiera vuelto a remover el aire.

Unas gotas de ¿consuelo?

La ría de Vigo. Foto de A Cenador.
(Lecturas en voz alta). Inasequible al desaliento, el gen zumbón del humor galaico maquina entre los signos visibles de la catástrofe hasta extraer un poco de ¿consuelo? Téngase en cuenta que el artículo está escrito antes de la (pen)última gota fría. Y no parece tener en cuenta que ya Julio Verne, que con el Nautilus faenó entre los pecios de la ría de Vigo, se anticipó también en esto.

_Lecciones

Claudio Gallina: Saltá ahora. Col del autor, Buenos Aires.
—Atención, niñas, niños, ¡examen sorpresa! Hay que completar la frase escrita en la pizarra con las consonantes que faltan. Tenéis 7 semanitas 7. No vale bostezar.
(La frase:)
__OTAR, __OTAR y VOLVER a __OTAR.
(Se admiten soluciones).

martes, 17 de septiembre de 2019

Savater y el dolor que no se cura


(Al hilo de los días). Conviene no confundirse. Puede parecer que por ahí fuera pasan cosas de gran importancia y trascendencia, y alguna hay que retumba mucho. Pero lo verdaderamente importante sigue teniendo que ver con la vida, que sigue, con el amor, que sobrevive, y con la muerte, que espera y nos marca. Palabras de verdad en medio del furibundo y falaz vértigo. Fernando Savater entrevistado por Carlos Alsina: palabras necesarias.


La imagen puede contener: una persona, sonriendo
He aquí uno de los libros que más he deseado tener a mi alcance en los últimos años. Clara, la amable y competente librera de El Buscón, me daba un ejemplar de (ya) la segunda edición. Al final, me lo ha cambiado por el ejemplar del escaparate.

Doble retrato (acaso triple)

La imagen puede contener: 2 personas
Doris Ziegler: Doppelbildnis D.Z, 1985-2004. Col. Particular.

Suele ocurrir, al principio de la vida, que poca gente nos conoce de verdad. Pasado el tiempo, suele ocurrir que de verdad nos conoce poca gente. ¿La conclusión?: ¡qué poca gente nos conoce de verdad!
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lunes, 16 de septiembre de 2019

Muerte por agua

Vista aérea del Mar Menor, ahora en grave peligro. Foto tomada de WikiMurcia
(Al hilo de los días). Es una congoja insoportable, además de una rabia infinita, lo que provocan las imágenes del Mar Menor tras las terribles inundaciones, no por no inesperadas (¡pero nadie puede esperar nunca nada así!) menos desoladoras. Alguien ha dictaminado ya la muerte del Mar Menor, después de tantas heridas apenas cicatrizadas, y es casi imposible dejarse convencer de que esto es el fin, no es posible asumirlo. Se había previsto su desaparición por efecto del cambio climático, tal vez en un par de décadas, cuando la subida del nivel del mar hubiera cubierto la frágil barrera de La Manga y la gran laguna volviera a formar parte del continuo de agua salada, como fue en otro tiempo. Pero este horror añade, por así decirlo, la sevicia al desastre: al convertir en un inmenso albañal lo que hasta no hace mucho era una maravilla cercana de la naturaleza, pone en primer plano la verdadera causa de la tragedia, o al menos el factor de aceleración y agravamiento de los cursos naturales: nuestra civilización es un completo error si acaba destruyendo, y de modo tan vil y finalmente impune, el escenario. Aún queda (queremos que quede) una brizna de aliento para pensar que no es demasiado tarde. La prueba de fuego definitiva, aquí y ahora, será ver si es posible devolverle la vida al cadáver. Un milagro.

Fonollosa a destiempo

Lecturas.
(A modo de “non serviam”)

Llega de tapadillo aquí el recado
de que sonetos alguien planta ahora.
Y uno, que husmea a tiempo y a deshora,
presto se apresta a ver qué es lo sembrado.

De Fonollosa dicen que han colgado
cadáveres verbales que, en la aurora,
con la brisa de sangre, se desflora
su savia como carne de ahorcado.

Que el soneto es un árbol bien lo sabe
quien a menudo busca entre sus ramas
sombra, alimento y una casa arriba.

Y son sus frutos, de piel dura o suave,
piezas libradas de las mismas llamas
que nos dejan la lengua en carne viva.

Figurantes

La imagen puede contener: 2 personas
José Gutiérrez Solana: Chulos y chulas (Los chulos), 1906. Colección Banco Santander, Madrid.
El que asó la manteca se fue en busca del que puso la pica en Flandes y, tras cruzarse con el que no da un palo de agua y con la que no deja títere con cabeza, se juntó con el que siempre pone a caer de un burro y de consuno convencieron a la del paño de lágrimas para darle tres cuartos al pregonero. Y así estamos.
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domingo, 15 de septiembre de 2019

Cuarenta palabras

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Henry Holiday: Dante y Beatriz, 1882-1884. Walker Art Gallery, Lyverpool.
—Y ahora, amiga mía, dime si aún nos queda la palabra exacta para contar la historia de la tarde aquella de septiembre que precedió a la noche que iluminó la hora que puso en marcha el tiempo.
—...

sábado, 14 de septiembre de 2019

La mirada

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Velázquez: Juan de Pareja, 1650. MET Nueva York.
En ese instante comprendió que la desgracia lo había estado buscando desde toda la eternidad y que ya no iba a abandonarlo nunca.
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viernes, 13 de septiembre de 2019

En la fragua

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Velázquez: La fragua de Vulcano, 1630. Museo del Prado, Madrid.
—Y del polisón de nardos, ¿qué se fizo?
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jueves, 12 de septiembre de 2019

El adverbio

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Antonio Pérez de Aguilar: Alacena, h. 1769. Museo Nacional de Arte, Ciudad de México.
Aquí hay gato encerrado.
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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Vía de perplejos

Arte callejero en Los Alcázares, Murcia. Foto AJR
¿Cuántos mundos caben en el mundo? Probablemente todos. No se crea. Ahora mismo, hay por ahí bullendo varias realidades de las que no sabemos nada, pero nada, y seguimos respirando como si tal cosa. «La escritura es siempre un fracaso», oigo decir en las ondas. Debe (de) ser cierto.
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martes, 10 de septiembre de 2019

Arrieros

Pensionanti de Saraceni: Vendedor de aves, 1615-1620. Museo del Prado, Madrid.
Lo vi venir de lejos, con su rebaño de criaturas exóticas, en medio de una gran polvareda. Nos paramos a platicar un poco. Más que verborrea, lo suyo era una forma de arrearle al verbo. Pero le dejé explayarse. Me regaló un loro, de nombre Jeremías. Supongo que algún día nos volveremos a ver. A ver si me explica cómo desenchufarlo.
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lunes, 9 de septiembre de 2019

Faralá Farah

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El don del aire. Foto de autor desconocido, virada al negro.
(Tánger, Zoco Chico)
Tu cuerpo es ese escorzo tan liviano
de blancura escondida y sombra oscura
que dibuja el compás —de pie, de hinojos—
de las manos, las manos y la mano.
El vuelo circular de tu cintura
arrebata la luz, y el sol pagano
de tu pelo me hiere —tan cercano—
los ojos y los ojos y los ojos.
Un río que la rosa le da al aire
se desliza en tu piel, y en el capricho
de tus brazos la noche se disloca.
Ojos, manos, pasión, rabia, donaire...
Y qué dulce el secreto que me ha dicho
la boca que en mi boca se desboca.

Un pecio

Ercole de’ Roberti: Los argonautas abandonan la Cólquida, h. 1480.
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
La imagen se vino navegando por las aguas de la imaginación y lo ocupaba todo. Fue la primera de la mañana, tal vez un resto del naufragio nocturno. Y duró la jornada entera, como uno de esos estribillos que no puedes quitarte de la cabeza y que incluso llegan a atormentarte. Pero acababa de borrarse. Ese polvillo que podía ver si levantaba los ojos y los dirigía hacia alguna fuente de luz es cuanto quedaba de ella. No podía desperdiciarlo.
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domingo, 8 de septiembre de 2019

Fantasmas de regreso

La señora Muir... y la sonrisa del Fantasma.
(Lecturas en voz alta). Hermosa, muy hermosa, la historia que cuenta Javier Marías en su columna semanal de EPS. El inolvidable capitán Gregg, aquel fantasma que se le aparecía a la señora Muir en la deliciosa película de Mankiewicz, y al que daba vida Rex Harrison, vuelve a las andadas. Un colofón (provisional) fascinante para la fascinante historia de una fidelidad.

Camilo Sesto: somos agua

(Al hilo de los días). Entre “el pájaro de nieve” y la seducción recién descubierta de Somosaguas (“somos agua”), tengo el año de mi llegada a Madrid, 1974, asociado a esta canción de Camilo Sesto. Su letra (creo que obra de la variopinta y angélica Lucía Bosé) aún me conmueve y me llena de agradecimiento a este “icono del pop” del que tanta mofa —en buena parte provocada por él mismo— hemos hecho todos. Confesaré, no sin mosqueo, que hubo una vez en mi casa de Madrid un “empleado de finca urbana” —como alguien acuñó entonces, casi al tiempo que otros llamaban “segmento de ocio” al recreo escolar: la tontería nunca ha descansado—, un portero sustituto que se empeñó en que yo tenía cierto parecido físico con el cantante y no cesaba de recordármelo. Son los reflejos de la memoria que primero han acudido a mi cabeza al enterarme de la muerte, en pleno inicio de la senectud, de Camilo Sesto. Una edad que, como hoy es común acuerdo de necrologías, venganzas y homenajes, el cantante nunca quiso aceptar. Tal vez no le faltaran razones. Descanse en paz.

Música vencida

Honoré Daumier: Don Quijote y Sancho Panza, 1866-1888.


«¿Sabía usted que puede escuchar gratis música vencida?». Así rezaba —rezaba— el post que me asaltó a media tarde en una consulta rutinaria de FB. No es difícil colegir —colegir— a qué puede referirse el anuncio. Y, en un rápido vistazo, deduje que se trataba de algo similar a los libros en dominio público. Pero toda la seducción —seducción— estaba en ese adjetivo: vencida... Tenía algo de exactitud dolorosa, como el diagnóstico de una enfermedad. Y me recordó de inmediato —supongo que por mera contigüidad (contigüidad) sonora— el poema aquel de León Felipe que interpretó Serrat, y que podemos volver a disfrutar —disfrutar— gracias a... ¿la música vencida?
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sábado, 7 de septiembre de 2019

A lagarto lagarto, trágalo, trágala

La imagen puede contener: una persona
Gian Lorenzo Bernini: Autorretrato del artista en su mediana edad, s. f. (s. XVII)·
Galleria Borghese, Roma.
Al volver sobre sus pasos procuró colocar los pies sin que se salieran de las huellas que había dejado en el camino de ida, de modo que ningún posible espía de intenciones aviesas pudiera saber cuáles eran sus verdaderos rumbos y mucho menos de qué pie cojeaba. Para mayor disimulo, durante toda la caminata fue canturreando en una lengua de la que sólo algunos conocían el secreto. Y en cada carrefour no dejó de entonar la fórmula batracia aprendida en sus años montaraces, cuando también él fue seducido por el secreto de la cueva del Monte Sión.
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viernes, 6 de septiembre de 2019

Libros de texto


libros de texto(Al hilo de los días). Resulta curioso que salga a relucir ahora, con visos de escándalo, un asunto que lleva al menos tres décadas siendo la tortura de las editoriales de Libros de Texto, obligadas a realizar hasta 17 versiones distintas de muchas de sus obras para cumplir con las exigencias, a menudo peregrinas, de las Administraciones Autonómicas. La anécdota de que en los manuales de Conocimiento del Medio para Canarias no se preste atención a los ríos, con la excusa de que el archipiélago carece de ellos, o la polémica de cómo nombrar a la Corona de Aragón, según el libro esté destinado a Barcelona o a Zaragoza, cuestiones ambas aludidas en el reportaje, son ejemplos casi paradigmáticos de la absurda deriva que se inició con la transferencia de las competencias de Educación a las Autonomías, y sobre todo con el uso provinciano, cateto, chovinista, de esa prerrogativa para primar los criterios de cercanía o peculiaridad por encima de lo científico y relevante. La verdad es que me ha extrañado que este asunto haya saltado ahora porque, como digo, quienes trabajamos en este sector de la edición lo llevamos sufriendo desde tiempos que se remontan ampliamente al siglo pasado. Aunque más grave es aún el problema de las Programaciones, verdadero caballo de batalla del que esta miopía localista no es más que una manifestación: en buena medida, ahí reside el mayor síntoma del enfoque erróneo, incluso descerebrado, de la Enseñanza en España, cuyo diseño, control y regulación, salvo excepciones, ha estado y está en manos de burócratas desalmados, sin excluir la presencia de algún torturador in péctore que ha encontrado en la concepción insidiosa de estos documentos y, de forma especial, en su prosa leprosa, la forma más segura e impune de dar rienda suelta a sus monstruosidades.

Sobre Alfanhui


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(Lecturas, relecturas y leyendas). Aproveché ciertas horas neutrales (por así decir) de este pasado agosto en el Mar Menor para volver al Alfanhuí de Ferlosio, esa joya inclasificable, una novela mágica, iniciática y picaresca, escrita en el estado de gracia que hace posible que cada palabra esté en su sitio sin estridencia alguna. Y una auténtica rara avis en la descomunal y desigual obra ferlosiana, aunque tal vez contenga, como ninguna otra, un a modo de compendio y exhibición de la principal clave de su escritura: el vuelo poético, la creencia en la capacidad de la lengua para crear realidad. Leí la preciosa edición de Random House (2016), de pequeño formato, con muy atinadas ilustraciones del artista Asen Stareishinski (1936-1991) procedentes de la edición de la obra en búlgaro de 1969. Esta edición incluye una nueva (creo) dedicatoria [«A mi nieta Laura, de todo corazón»] y está cuidada al detalle. Así que fue un placer sumergirse en sus páginas para volver a comprobar que es posible alcanzar la perfección en el arte de escribir. A veces de forma tan en apariencia sencilla y redonda como en este texto, que bien podría tomarse como un ejemplo del cuento perfecto, donde no sobra ni falta nada: sólo un lector-mediador que se deje ganar por su belleza. (Para su circulación como texto autónomo me atrevería a sugerir un título: «El surco»).
Dice así:
«También contó la patrona la historia de su padre. Eran de Cuenca. Allí había conocido ella a su marido. Su padre era labrador y tenía algunas tierras. Una tarde se durmió arando con los bueyes. Y como no volvía el arado, los bueyes siguieron y se salieron del campo. El hombre seguía andando con sus manos en la mancera. Iban hacia poniente. Tampoco a la noche se detuvieron. Pasaron vados y montañas sin que el hombre despertara. Hicieron todo el camino del Tajo y llegaron a Portugal. El hombre no despertaba. Algunos vieron pasar a este hombre que araba con sus bueyes un surco solo, largo, recto, a lo largo de las montañas, al través de los ríos. Nadie se atrevió a despertarle.
Una mañana llegó al mar. Atravesó la playa; los bueyes entraron en la mar. Rompían las olas en sus pechos. El hombre sintió el agua por el vientre y despertó. Detuvo a los bueyes y dejó de arar. En un pueblo cercano preguntó dónde estaba y vendió sus bueyes y el arado. Luego cogió los dineros y por el mismo surco que había hecho volvió a su tierra. Aquel mismo día hizo testamento y murió rodeado de todos los suyos».

(RSF: Industrias y andanzas de Alfanhuí, Madrid, Random House, 2016).

La duda

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Richard Estes: The L train, 2016. Col. particular.
Leyó en una ventanilla del diario digital la breve nota que daba cuenta de su fallecimiento. Iba a retuitearla para desmentirla y burlarse del error, pero no pudo. No pudo. «Mal momento para que se te acabe la batería», dijo alguien a su espalda. «Y encima eso», pensó mientras intentaba volverse para contestar. Pero no pudo. No pudo.
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jueves, 5 de septiembre de 2019

Sobre las NUL

(Novelas de una línea, 6)
Ingenio
No podía dejar de darle vueltas.

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En algún ocasión, he sentido que estaba explorando un territorio que linda con el actual auge del aforismo y la consolidación (signo de los tiempos y su acelerada fugacidad) del microrrelato, de modo que estos textos bien pudieran acogerse a una intersección de esos caminos, sin desdeñar los demás cruces: memorias, fogonazos, criaturas cazadas al vuelo, sobras sensibles, intuiciones versiculares, ocurrencias y todo tipo de verboludismo (incluso sin “ver”), por esa ya confesada afición al juego que a estas alturas sé que es mi verdadera naturaleza —si alguna hay— como escritor y escribidor.
Cierro el ínterin confesando que la intención —o trágalo lagarto— es llegar a las 1001 NUL, series incluidas. Y que laboro en la edición final, ordenada y corregida de la aventura.)

La caminata

La imagen puede contener: cielo, exterior y naturaleza
Félix Vallotton: La Grève blanche, Vasouy, 1913. Colección particular.
Me lo confesó todo. Comprendí. No era nada nuevo. Pero seguía sin tener sentido. Y nadie podría ayudarnos.
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miércoles, 4 de septiembre de 2019

Mon oncle



(Al hilo de los días). «Reina el modernismo en nuestra casa, / todo funcionando por un botón, / mas la de mi tío me hace más gracia, / con su cuarto piso y sin ascensor. // Yo soy feliz, feliz con mi tío, / lo paso bien con él porque me sabe comprender...» Con esta letra, sobre poco más o menos, se cantaba la muy pegadiza música —todo un icono— de la genial película del genial Tati, Mon oncle, que fue para muchos, a mediados de los sesenta, toda una revelación. Esta noche la proyectan en La 2.

Bumerán del Paraíso

La imagen puede contener: dibujo
Edvard Munch: Metabolism, 1898. Munch Museum, Oslo.
Eva: «Sola yo sé nadar». Adán eso ya lo sabe.

[AJR: 10, 31]

martes, 3 de septiembre de 2019

El profesor Ruiz de Gopegui: una anécdota


La imagen puede contener: una persona, de traje
El físico y escritor Luis Ruiz de Gopegui, un vecino ilustre de La Prospe, fallecido el pasado 8 de agosto, además de tener tras de sí una carrera científico-técnica de gran relevancia y un colofón creativo como autor de novelas de ciencia ficción y relatos infantiles, en algún caso al alimón con su hija la novelista Belén Gopegui, era un hombre con un muy inteligente sentido del humor. De las diversas charlas que dio en la librería El Buscón, en nuestro barrio, recuerdo una de hace un par de años, o un poco más, en las que estuvo contando con enorme gracia varias anécdotas de su vida profesional, y en concreto algunas referidas a sus años como responsable de la Estación de Seguimiento Espacial de Fresnedillas que tan importante papel desempeñó en las misiones Apolo, y en concreto en la llegada del hombre a la Luna.
Contaba el profesor cómo en plena misión espacial, cuando el alunizaje estaba a punto de producirse, se presentó en las instalaciones un grupo de personas que a toda costa querían hablar con «el jefe de aquello». Se les explicó la dificultad del momento y la inoportunidad de la visita, pero todo fue inútil y Ruiz de Gopegui no tuvo más remedio que recibirlos. El problema era de extrema gravedad: se trataba del alcalde y una delegación del pueblo vecino de Navalagamella que pretendían que se les exigiera a los americanos que, siempre que se mencionara la estación, al nombre de Fresnedillas de la Oliva, se añadiera el de su pueblo, ya que una parte de las instalaciones se ubicaban en su término municipal. Bromeaba don Luis diciendo que, si ya les resultaba difícil a los estadounidenses pronunciar el nombre de Fresnedillas (de hecho, solían referirse a ella como estación de Madrid), era imposible pensar que pudieran referirse de corrido a la Estación de Frenedillas-Navalagamella. Era un placer oír al profesor. Echaremos de menos su talante y su saber. Descanse en paz.

Hornacinas

La imagen puede contener: interior
Interior del antiguo monasterio de San Paio d’Abeleda, en Santa Tecla,
A Teixeira (Ourense).
Frente al vacío, o la ausencia, o la desposesión, o el desprendimiento, o la anulación, o los innumerables huecos por los que se desliza la tinta iluminada que corre por tus venas, no cabe en tu imaginación ni una palabra, ni una imagen, ni un signo, ni un boleto, ni una quimera más. Todo es así y así se consume. Y la noche brilla como un templo de altares desnudos donde aún se refleja el sudor de los muertos.
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lunes, 2 de septiembre de 2019

Ropa vieja

La imagen puede contener: 4 personas, interior
Fin de temporada. Escaparate en La Prospe, Madrid. Foto ©️AJR, 2016.
¿De qué sirve guardar la ropa vieja,
con todas las posturas del pasado,
si es ya el cuerpo el que tiene incorporado
los gestos, las maneras, la compleja

madeja del vivir y hasta se sabe
de memoria la piel que lo recubre?
No es necesario más: la misma ubre
que nos dio de mamar será la clave

que nos abra las puertas donde el puerto
final ya se divisa: roja y blanca*
ha de ser la bandera que, en la noche

fatal o de autos, nos llevará al huerto
melibeo, con toda la retranca
del que conoce bien cuál es el broche.

*(Roja, de sangre viva hasta el final;
blanca, en señal de rendición total).

La azotea

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Pablo Picasso: Azoteas de Barcelona, 1903. Museo Picasso, Barcelona..
Paseando por el casco viejo de Eburia, ahora que parece que vuelve a recuperar algo de pulso (aunque sólo nocturno y jaranero: urge un plan ambicioso para rescatar el viejo barrio como espacio de verdad habitable), vuelvo a pasar por debajo de la azotea de lo que fuera el Colegio Cervantes, mi colegio de primaria, donde fui a clase durante dos o tres cursos, hasta hacer «el ingreso», que era como entonces se llamaba a la prueba que daba acceso al bachillerato. Es un espacio casi almenado, de no mucha altura, sobre todo si se lo compara con la cercana y maciza torre de la Colegial, que casi ni se digna a mirarlo desde su altura desdeñosa. Como suele ocurrir con los descubrimientos que coinciden con el de las palabras que los nombran, esa azotea es para mí ya “la azotea” por antonomasia; incluso me atrevería a decir que la única azotea digna de ese nombre, pues los demás espacios que pudieran asemejársele caen más bien dentro de las categorías de “terraza”, “solario”, “mirador” o “terrado”. Ninguna alcanza el grado de identificación entre el nombre y la cosa que logró este lugar, que ahora me parece fantasmal, cuando don Mariano, el maestro, en uno de aquellos días en que se enfadaba hasta el enrojecimiento, con la varita de palmera en la mano y una salivilla blanquecina asomándole por los bordes de la boca, amenazaba a algún alumno especialmente travieso o torpe: «Vaquerizo, como vuelva usted a distraerse cotorreando con José Emilio, le voy a recetar media docenita de raciones de este jarabe y se va a estar todo lo que queda de clase de rodillas y con los brazos en cruz en la azotea». En aquel tiempo, lo de «la letra con sangre entra» tal vez no fuera literal en todo su brutal y goteante significado —siempre hay un grado posible de envilecimiento—, pero sí constituía una parte tolerada de los métodos llamados pedagógicos. Y así era habitual que cada jornada escolar comenzara con la imagen de don Mariano, bajito, calvo, masticador, muy milhombres, puesto como de puntillas en el estrado sobre el que se alzaba su mesa, blandiendo una muy fina y flexible palmerita de la que a todos nos resultaba imposible apartar los ojos. Se decía que sí te untabas las palmas de la mano con ajo los golpes dolían menos, e incluso que la varita podría quebrarse. Nunca pude comprobarlo. Ahora, cuando paso entre sombras por debajo de ese espacio, que en aquellos años lo fue de juegos y de bullas, a veces me parece que aún se escucha alguna risa o un llanto, y que desde algún rincón oscuro, allá en la altura, alguien me hace una confidencia que ya he olvidado como si fuera mía.
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domingo, 1 de septiembre de 2019

El ínterin

La imagen puede contener: una persona, sentada e interior
Gerbrand van den Eeckhout: Tric-Trac Players, 1653. Col. Particular.
—No, no tengo prisa.
—...
—Cuando podáis.
—...
—O mañana o pasado.
—...
—Dentro de un rato.
—...
—O ahora.
—...
—Ya mismo.
—...
—¡De una puta vez!
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sábado, 31 de agosto de 2019

Los Arenales del Tajo

La imagen puede contener: cielo, océano, exterior, agua y naturaleza
El Tajo a su paso por Eburia (o sea, Talavera de la Reina).
La foto es de 2016; hoy la situación es dramática.
No encuentro mejor modo de acabar esta entrega de la serie “Playas” de las «Novelas de una (cierta) línea» que yendo al principio: no tengo recuerdo exacto de ello, pero la lógica biográfica me dice que la primera vez que me adentré en el agua tuvo que ser en la playa de Los Arenales de mi ciudad natal, cuando el padre Tajo hacía honor a su nombre y con un caudal limpio y bullente transformaba los días del verano en un espacio ideal para otros juegos, otros ritmos, otras experiencias, incluida la primera de ahogamiento o, más bien, el primer atisbo de lo que Eliot llamó «muerte por agua»: la visita a ese umbral o pasadizo que en ocasiones nos sorprende como actualización algo absurda pero cierta del inicial viaje amniótico y de la película de nuestra vida. Lucubraciones aparte, mi agua lustral fue la de un río que hoy es casi un cadáver, una de las pérdidas más dolorosas que he sufrido en el paisaje de mi vida e inequívoca prueba —tal vez junto a los innumerables incendios vividos en los bosques gallegos— de que algo ha debido de hacerse muy mal en relación con la naturaleza y el medio para que estas sean las consecuencias. Lo cierto es que nací a escasos metros de un río majestuoso, orgullo de mis días escolares, protagonista, junto con el Ebro y el Duero, de la gran tríada de cauces vivificadores de las tierras ibéricas, y que con el Sil completarían mi póquer de ases fluviales. Un río de rotundo nombre mencionado una y otra vez en las palabras y profecías de los poetas, desde el anónimo cantor del romancero al caballero Garcilaso o el ubicuo Pessoa, sin olvidar la metáfora-fuente (y fuerte) de Manrique, que yo desde que conociera la elegía en la imponente voz de Manuel Dicenta tendía a transformar en un «nuestras vidas son los Tajos que... [la vida nos va a dar]» (lo del corchete vino más tarde: en realidad es de ahora mismo). Las gentes que de pequeños hemos tenido a nuestro alcance un río y sus playas de arena gruesa y cantos rodados, con los remolinos, a veces tan traicioneros, de sus aguas y las fronteras prohibidas de una isla (y ahí hay otra historia), mientras conservemos en la memoria un mínimo de la luz de aquellos días siempre tendremos un paraíso de imágenes y sensaciones al que poder volver. Y ahora mismo, tal y cómo se está poniendo el panorama, y aunque a menudo parezca tan inútil, en esta y en todas las playas que nos han permitido sentir la cercanía del agua y de la luz hay también una causa inaplazable por la que luchar.
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