Llevo toda la vida cantándole a la muerte
sabiendo que sus pasos se miden en los míos,
oyendo como lluvia sus palabras de humo
y mirando sus ojos de cuencas irreales.
Y no sé nada de ella. Ella lo sabe todo
de mí, tiene las llaves que abren el horizonte
de la verdad, el mundo, la habitación secreta
donde ya están dispuestos la hora y el último fulgor.
Compañera tan próxima, tan íntima enemiga,
ceniza duradera que no se borra nunca,
dama ausente, fantasma de pálida impiedad.
Llevo toda la vida diciendo de la muerte
palabras que yo sé que ella no va a escucharlas,
ella, la más tramposa de todas la criaturas,
sombra que se desliza más allá de la noche.
Por eso este conjuro de imágenes sin máscara
quiere poner al lado de tan feroz costumbre
la cara desvelada de lo que no se nombra
para que aprendas, muerte, el arte de morir.
Además de con la ya muy conocida pero aún poderosa imagen de la partida de ajedrez de El séptimo sello, la película de Bergman, quiero enlazar, tanto el poema como el sentido de este aniversario, con este texto del blog de Carlos Medrano, unas palabras que dan cuenta con gran delicadeza y hermosa precisión de algunas de las «reglas del juego». Me siguen pareciendo tan lúcidas y sensibles como la primera vez que las leí. Aunque el fallecimiento de mi madre y la publicación del texto de Carlos en su «isla de lápices» fueran acciones independientes, su exacta coincidencia en el tiempo me conmovió y la entendí como una de esos hechos reveladores con los que de cuando en cuando nos alerta la vida. Así se lo hice saber en su momento a Carlos y ahora vuelvo a agradecérselo de corazón.
El vídeo es uno de los fragmentos más inspirados de Emboscados, el imprescindible oratorio de Amancio Prada. Como tantas otras veces, pero nunca antes con tanto sentimiento y verdad, su música y sus palabras nos acompañaron en el difícil viaje de Madrid a Talavera el día señalado.
11 comentarios:
Alfredo, poema que me atrevería a calificar de "sublime y clarificador". La coda con la que lo acompañas, así como el enlace al blog de Carlos Medrano y la "ilustración" de Amancio Prada, diría que lo elevan todavía más.
Estos aniversarios mueven a muchos recuerdos (aunque cualquier otro día no sea menos propicio para ello), de modo que la entrada no es mala manera (sino todo lo contrario) de ordenarlos y alzar con ellos un homenaje a la presencia (a pesar de la muerte) de la madre, que lo habrá recibido con emoción, esté donde esté.
Un abrazo.
Otro abrazo, Alfredo.
Pero ahora, más fuerte, más hondo.
Estoy ahora otra vez donde hace un año escribí aquel texto, en casa de mi madre en Valladolid que desde Mallorca puedo seguir visitando cada cierto tiempo. Recuerdo el origen de aquellas palabras que surgieron del dolor no comprendido por el alejamiento de amigos para mí indesmayables y esenciales en los que me hubiera seguido abrigando y correspondiendo, y sin embargo, como en la fractura de un segmento de hielo, los ves alejados por un sino al que no cabe más que respetarlo.
Recuerdo tu carta de algo después contándome tu lectura de aquel texto a la luz del fallecimiento de tu madre. Quien escribió aquellas líneas es un fragmento de un yo para mí casi extraño que ahora me costaría reconstruirlo. Me pasa y ha pasado muchas otras más veces conmigo mismo. No dejamos de morir a cada paso periódico de lo que recorremos. Y al cabo de unos meses somos otro que dentro de poco volverá vertiginosamente a no ser reconocido, o al menos ser el mismo.
Lo otro, lo que tú amorosamente hoy nos cuentas, es otra sensación de la muerte, cuando se rompe el hilo de lo más querido y es sonora su ausencia. En tan hermoso nombre de mujer que hoy compartes, algo de ti, Alfredo, señala el hilo inexplicable y certero de esa unidad y resonancia con algunas figuras de nuestro recorrido vital (una madre, un hijo, o algún otro ser amado) por el que queda el deseo de volver a sus ojos y a su encuentro. Quién sabe si algún día encontremos la fórmula con que hagamos verdad ese anhelo ya nombrado por San Juan en su Cántico de volver ante ellos y recobrarlos y nada quede roto, desde aquí, en este vuelo y no en otro. Sólo sé que esa llave conduce al corazón y hacia dentro. Y como siempre la vida, paradójica, hace que una separación nos lleve a lo profundo. Un abrazo.
Estoy segura de que tu madre se sentiría muy orgullosa y feliz por el cariñoso homenaje que hoy le dedicas.
Comparto tu cariño y admiración por esa figura, única y entrañable que suelen ser las madres, porque no hay un día en que yo no piense en la mía, (curiosamente también nació en 1915, aunque hace ya trece años que me falta) y sigo echándola muchísimo de menos.
Mi felicitación más sincera para Carlos Medrano por su poema, que expresa de manera maravillosa el estupor, la angustia y la impotencia que sentimos hacia la muerte.
Sublime, como siempre, Amancio Prada.
Un fuerte abrazo, Alfredo.
Muchísimas gracias, amigos, por vuestro tiempo y vuestras palabras. Un abrazo fuerte.
Una entrada preciosa, Alfredo.
Abrazos.
Gracias, Olga. Abrazos para ti también.
No pude ver en su día lo que escribiste ni lo que escribió Carlos. La razón, ahora la sé, que apenas quince días antes yo había perdido a mi padre y el dolor de ese adiós, de ese soltarnos hacia el vacío, me impedía cualquier otra cosa que no fuese intentar encajar todo lo que de repente se esparció en el tiempo y el espacio. Recién empiezo a recomponerme ya que apenas a los ocho meses, cuando aún no había logrado suavizar en nada mi dolor, falleció mi madre. En mi regreso a los blogs, he venido para saludarte y me topé con tu poema y tu dolor de aniversario, y me dolió de nuevo ese perderse sin remedio en lo profundo de un adiós que no por cierto es menos ingrato.
Alfredo, un abrazo.
Toda mi gratitud, Luisa, me alegra mucho volver a saber de ti. Y siento esas inevitables pero, como tú dices, dolorosas pérdidas. Es un duro y necesario aprendizaje este ir sabiendo que, como decía el poeta, la vida va en serio... y la muerte también. No tardaré en pasarme por tu blog. Un beso, amiga.
"Y no sé nada de ella. Ella lo sabe todo"... Qué verso, y qué verdad.
Un abrazo, Alfredo.
Muchas gracias, Juan Manuel, por la lectura y por tu generoso subrayado. Otro abrazo.
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