Imagina que en el momento último
cuando ya no es posible ningún aplazamiento
ni hay coartadas ni sueños ni deslices balsámicos
que puedan socorrerte
tienes que elegir una
y solo una
palabra
para
morir en paz.
¿De qué sirve pensarlo?
De nada, quién lo duda.
Pero puedes pensarlo.
No lo olvides.
Porque tampoco tiene ningún significado
especial esa luz violenta
de sangre derramada
y belleza infinita
con la que el sol
se despide
cada tarde.
Fotografía: Óculo del palacio de Diocleciano, Split (Croacia). © AJR, 2011.
3 comentarios:
Magnífico, un poema especial.
Interesante, bella y precisa reflexión en torno a un momento único en el que la soledad será la única y postrera compañía.
Me ha gustado mucho, Alfredo.
Un abrazo.
Gracias, amigos, sois muy generosos. Un abrazo.
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