Rótulo de la calle dedicada a Georges Perec en el Distrito 20º de París.
UN CURIOSO TRÍO ALGO DESMADEJADO ABSORTO EN LAS PAVESAS INVISIBLES DE UN EFÍMERO FUEGO
A estas alturas, cuando ya los pasos de Perec se encaminan hacia el límite de la coherencia y, sin duda, están buscando casi desesperadamente la puerta de salida —mientras a Sherezade le sean útiles seguirán sonando en las estancias de la noche—, hay que hacer sitio para que pueda comparecer sin grandes sobresaltos ‘El urólogo que soñaba con la polémica entre Esculapio y Galeno’, e incluso será conveniente pedirle su opinión sobre las últimas plagas. No está claro, en cambio, qué podríamos hacer con ‘El bello aviador que buscaba en el mapa el camino de Corbénic’, bien sabido que, según algunas leyendas artúricas, en esta fortaleza, residencia del Rey Pescador, es donde se custodia el Santo Grial. Y, como no hay dos sin tres en lo tocante a tríos, habrá que hacer presente también la figura de —fíjense bien quienes quieran mantener el hilo de la trama o, en su caso, romper la baraja por la parte más feble— ‘El obrero ebanista que se calentaba en un efímero fuego de virutas’, en una de esas escenas propias del invierno que aún no es raro ver en algunas de nuestras ciudades, especialmente en las más vetustas.
(LUN, 609 ~ «Perec al paso», 161-163)
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