(En voz alta). Es sin duda la más lamentable tragedia dentro de la tragedia: la muerte en soledad de muchos miembros de una generación de compatriotas que vivió su infancia en medio del horror y las carencias y a los que el destino cruel reservaba una última batalla atroz. Este artículo del siempre atento y sensible David Trueba les rinde un homenaje cuya continuidad, junto con la gratitud, será la primera tarea que debamos cumplir tan pronto como sea posible. Y al lado del recuerdo a los fallecidos, la inmensa admiración, cariño y ternura que nos merecen tantos ancianos y ancianas que están soportando en soledad y en circunstancias sólo asumibles por verdaderos héroes estos días duros de la peste. No hay palabras para expresar la admiración, gratitud y orgullo que su ejemplo nos producen. La suya es una de las lecciones más importantes de nuestra vida. Y no la vamos a olvidar nunca.
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