jueves, 9 de abril de 2020

En son de Paz (3)

La imagen puede contener: una persona, primer plano
La mirada de Octavio Paz hacia la realidad, tan irreal, del mundo.
Foto del Archivo del autor.
(En son de Paz, 11) »La carne no es triste: es irreal», escribió Paz en un lúcido ensayo sobre Cernuda, en el que, de paso, contesta a Mallarmé, al famoso verso en que el exigente poeta francés se lamentaba de sufrir un invencible tedio corporal y de haber leído todos los libros. Y tiene, me parece, razón Paz: hay algo en el fondo sensible y hasta sensual de nuestra experiencia que no parece de este mundo. Especialmente, en días como estos. Tiempo extraño, cuyo transcurso confinado vuelve irreal la luz que se refleja en el corredor sin fondo de nuestras conciencias, libres como pájaros que sueñan el vuelo y tal vez el mundo.


La imagen puede contener: Mariano Antolín Rato, sentada e interior
 Paz con el espacio y el tiempo a sus espaldas. Foto de autor no identificado,
publicada en la galería recogida por El Heraldo al dar cuenta de
una exposición sobre Paz y la censura de sus obras en España,
celebrada en Alcalá de Henares a finales de 2015.

(En son de Paz, 12). »El artista verdadero es el que dice “no” incluso cuando dice “sí”», escribió Octavio Paz casi al final del «Aviso» puesto como introducción de «Los privilegios de la vista, II», el tomo 7 de sus «Obras completas. Edición del autor», publicadas por Círculo de Lectores entre 1993 y 1997. Dándole vueltas a la frase, como a una margarita ante la que no fuéramos capaces de arrancar ni una hoja, doy en pensar que ese sea acaso el sino y el destino, no sólo del artista verdadero, sino del ser humano con conciencia que se sabe mortal. Hace dos días (31 de marzo 2020) Paz hubiera cumplido 106 años (la misma edad que mi padre, que era algunos meses más joven). El próximo día 19 de abril se cumplirán 22 años de su muerte. El tiempo es un calendario o una rayuela o una rejilla por cuyas avariciosas rendijas sólo alcanzamos a ver —y si acaso— un poco de luz.
La imagen puede contener: una o varias personas
Octavio Paz con sonriente mirada ensimismada.
Foto de autor no localizado, virada al negro.
(En son de Paz, 13). »Prisionero en la fortaleza que inventan los reflejos lunares de la uña del dedo meñique de una niña, un rey agoniza desde hace un millón de segundos. El microscopio de la fantasía descubre criaturas distintas a las de la ciencia pero no menos reales; aunque esas visiones son nuestras, también son de un tercero: alguien las mira (¿se mira?) a través de nuestra mirada», escribe Octavio Paz en el fragmento 20 de «El mono gramático», en el que describe, o más bien glosa, un misterioso cuadro de Richard Dadd, «The fairy-feller’s masterstroke», obra que alguna vez ya ha comparecido en este muro. En el confinamiento, estas minuciosidades cobran un valor inusitado: nos muestran que hay una realidad dentro de la realidad de la que apenas somos conscientes más que cuando miramos como si nos miraran. Y, una vez advertido, salimos pronto de ahí («¡escapa, escapa!», nos grita alguien, ¿quién?) para evitar el despeñadero de la locura y otros vértigos de pura destrucción. No está nada mal para una tarde de jueves santo.

2 comentarios:

virgi dijo...

Enriquecedor leer tu pequeña, pero profunda reflexión, Alfredo. Que por ese corredor caminemos a un mundo un poco mejor. Mi abrazo grande.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Virgi. Ojalá sea como dices. Espero que estés bien en estos tiempos raros y crueles.