El poeta ha de ser más útil y atrevido que cualquier ciudadano de su aldea. Tiene en el corazón el orbe entero y en su razón un río de presencias.
Toda palabra de verdad apunta siempre a lo desconocido.
Todo poema verdadero es un renglón de la sabiduría: un disparo en el ojo de la mente.
¿Y qué decir de la experiencia, que no sea retórica ambulante? La experiencia, en la vida de un poeta, es un reino mucho más extenso que el de la realidad en la que vive.
La realidad no es un juego de palabras. Son todas las estancias y leyendas que la pura palabra pone en juego.
La vida siempre está en otra parte. La otra parte que también está en nosotros. Aunque no la veamos. O la ocultemos.
Poetas y pintores tratan de lo mismo. El arte, en realidad, es siempre imaginario y desemboca en bultos de palabras, en voces que resuenan en la sombra, en formas que transforman los sentidos.
El tiempo es un meteoro: pasa y llueve.
También en el poema hay otros mundos.
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