martes, 29 de octubre de 2019

Aquellos poemas

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(Lecturas, relecturas y leyendas). A pocos libros de poemas que dormitan, más o menos olvidados o presentes (de todo hay), entre mis otros libros les debo tantos descubrimientos como a este pequeño volumen de la incombustible Biblioteca Básica Salvat de Libros RTV, que así era citada en las cuñas publicitarias y que contribuyó a amueblar nuestra ignorancia allá por los primeros setenta o quizás un poco antes. Este lleva como fecha, en una página de las guardas ilustradas con las ruinas de un templo clásico, la de noviembre de 1971, y lo que está grabado en mi memoria es que lo leí en El Escorial, y en concreto en una celda o habitación del ala más fría del monasterio (“la Siberia” la llamábamos), en un año de decisivos descubrimientos. El sencillo libro reúne algo más de un centenar de poetas españoles, desde Miguel de Unamuno (n. 1864) hasta Carlos Murciano (n. 1931), y supuso para mí el primer contacto con los nombres y la obra de un buen número de poetas cuyos poemas seleccionados (a menudo sólo uno) leía una y otra vez, en muchos casos hasta aprendérmelos de memoria. Aquí pude leer por primera vez algo de León Felipe (de él no se decía nada, claro, en los libros de texto), de José Moreno Villa, de Juan José Domenchina y la magnífica Ernestina de Champourcin, también de Luis Rosales, Gabriel Celaya, Gloria Fuertes («Cuando un árbol gigante se suicida...»), Rafael Morales (de cuya existencia tal vez aún no sabía nada), de José Hierro, Ory, Barral, Valente, Cabañero... Son muchas las evocaciones que se me vienen a la cabeza, anécdotas y batallitas sobre casi cada poema. Pero sólo destacaré que fue en este libro donde leí por primera vez «Mujer con alcuza», el todavía vivo poema de Dámaso Alonso que me conduciría a Hijos de la ira y al descubrimiento de una nueva forma de escribir poesía. Y aquí lo dejo. Porque, a medida que hojeo el libro para refrescar recuerdos, ocurre lo inevitable: las hojas, ya morenas y mal encuadernadas, se van desprendiendo como si de repente hubieran caído sobre ellas todos los otoños del mundo.

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