José Chávez Morado: Los embozados, 1955. Col. Particular. |
—Así que entonces...
—¡Como te lo cuento!
—¿Y ellos ya lo saben?
—E incluso lo consienten, según dicen.
—¡Me dejas de piedra!
—Creía que ya estabas al tanto,
—No, sí algo así ya me figuraba, sólo que...
—Es que no es fácil aceptarlo.
—Claro, claro. Pero quién iba a pensar que...
—¡Calla, calla! Que pueden oírnos.
—¿Quiénes? ¿Esos?
—Sí, parece que se fijan mucho.
—Bah, no te preocupes.
—¿No te importa?
—No mucho. Si te fijas bien...
—¿Qué?
—Son inofensivos. Siempre están mirando una pantalla..
—Ah, ya. Si es así...
—Así es. ¡Ya te digo!
Y fueron poco a poco bajando la voz hasta que ya no era posible oírlos. ¿Se habrían dado cuenta?
—¡Como te lo cuento!
—¿Y ellos ya lo saben?
—E incluso lo consienten, según dicen.
—¡Me dejas de piedra!
—Creía que ya estabas al tanto,
—No, sí algo así ya me figuraba, sólo que...
—Es que no es fácil aceptarlo.
—Claro, claro. Pero quién iba a pensar que...
—¡Calla, calla! Que pueden oírnos.
—¿Quiénes? ¿Esos?
—Sí, parece que se fijan mucho.
—Bah, no te preocupes.
—¿No te importa?
—No mucho. Si te fijas bien...
—¿Qué?
—Son inofensivos. Siempre están mirando una pantalla..
—Ah, ya. Si es así...
—Así es. ¡Ya te digo!
Y fueron poco a poco bajando la voz hasta que ya no era posible oírlos. ¿Se habrían dado cuenta?
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