Calle de Álvarez Gato, en el centro de Madrid. Foto de @anam_marcos |
El papel que me encontré por aquellos andurriales decía así: «... acabada la noche, y con una firme e inveterada devoción de fondo por el don del esperpento, espejo eterno de todas las deformaciones y taras hispánicas, nos fuimos al Callejón del Gato en busca de lo que ya ni queda de don Ramón y ni su nombre ampara a estas alturas de las murmuraciones. Y con todo y con eso, sin lamentarnos no más de lo necesario, tampoco menos, pero con plena aquiescencia a cuanto la certeza de iterar nos depare, el martes enterraremos la sordina y todo volverá a ser ruido y furia».
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