sábado, 25 de enero de 2020

In illo tempore (mutatis mutandis)

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Codex Manesse, f. 64r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Dietmar von Ast. 
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Mis tiempos de buhonero fueron breves pero intensos. Duraron sólo doce o trece días y tuvieron como principal escenario la plaza del Fontán, en Vetusta. Allí vi también por vez primera al Ciego de Lugones declamando sus viñetas sobre el crimen de Peñaranda. Y a Aurielín el Mañuecu, que venía a ser como el cherife de todo aquello y siempre andaba haciendo bromas carballonas. Pero de lo que más me acuerdo es del día aquel en que se me rompió, en la fuente del mercado de abastos, la botella taponada y de aquella mi huida, absurda pero movida por el miedo a la segura bronca, por calles desconocidas hasta las afueras de la urbe. La escandalera. Fue ese además el día del encuentro, allí en Santa María, en las faldas del Naranco, con el famoso Cuélebre y su lengua de fuego, un monstruo que desde entonces mismo —y esa es la intensidad a la que me refería antes— no ha dejado de aparecérseme en sueños y disparates, si bien desde hace años sólo lo hace ya en forma de dibujo animado y de trazo desmadejado algo risible. Como se ve, nadie está libre de la degradación.
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