Ferlosio en la Biblioteca Casanatense de Roma, en 2005. Foto EFE.
(Lecturas en voz alta). En un artículo de homenaje a Ferlosio,Azúa aprovecha para llamar “cursi” a Tagore por mor de un poema que se parece tanto a otro muy célebre de Juan Ramón Jiménez («y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando»), que no cabe descartar el error. Aunque es sabida la cercanía, vía Zenobia, del poeta de Moguer al asceta bengalí, uno de los autores cuya temprana lectura e influencia en mis primeros pasos en la escritura (ay, Gitanjali) recuerdo con tanta ternura (¡ea!) e incluso felicidad, que la ironía de Azúa, sin llegar a molestarme, me parece gratuita. Y puede que errónea. Menos mal que el articulejo (a menudo escribe Azúa tal si estuviera provisto de las extremidades articuladas de un insecto) remonta el vuelo y, enfocado ya hacia el recuerdo de Ferlosio, nos pone sobre la pista del homenaje al escritor recientemente ido por parte de la revista de Savater(Claves) y concluye con una preciosa cita que, a mi entender, explora cierta no explicitada sintonía ferlosiana con el mundo expresivo de Franz Kafka, un autor que sabía mucho de silencios, insectos y transformaciones.
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