lunes, 17 de mayo de 2021

La última palabra



Asir la risa
y elevarse con ella
de un modo sobrehumano
—que ya lo humano estanca,
entre las sangres,
la costumbre.
Y sin dejar de soltar hilo,
a contracorriente,
condescender el gesto
del entendimiento,
saberse ser en las acciones nulas,
no ofender -ni excesiva mente- al prójimo,
bailarle el agua al que se da por aludido
y no quejarse de los intersticios,
con su obvia oquedad
entre las piedras corporales,
por los que se desagua siempre la razón.
Al fin y al cabo la soledad es todo
lo que nunca podrás pontificar:
el abismo insalvable,
la lengua inverosímil,
el estruendo que sube desde el fondo
y la canica gorda: el bolondrón.

La última palabra



Asir la risa
y elevarse con ella
de un modo sobrehumano
—que ya lo humano estanca,
entre las sangres,
la costumbre.
Y sin dejar de soltar hilo,
a contracorriente,
condescender el gesto
del entendimiento,
saberse ser en las acciones nulas,
no ofender -ni excesiva mente- al prójimo,
bailarle el agua al que se da por aludido
y no quejarse de los intersticios,
con su obvia oquedad
entre las piedras corporales,
por los que se desagua siempre la razón.
Al fin y al cabo la soledad es todo
lo que nunca podrás pontificar:
el abismo insalvable,
la lengua inverosímil,
el estruendo que sube desde el fondo
y la canica gorda: el bolondrón.

Xela Arias en el Día das Letras Galegas

(En voz alta). Pasei un chisquiño da noite lendo... La poesía en gallego tiene muy buenas noticias. Y también algo de histeria alrededor de su historia. Pero es un gozo poder acercarse al brocal de una lengua que no cesa de manar agua clara. Feliz Día das Letras Galegas. Xela Arias les está esperando (este artículo de eldiario.es puede ser una buena puerta de entrada).



miércoles, 12 de mayo de 2021

Índices

(Al filo de los días). Leer a Vila-Matas suele ser lo más parecido a participar en el festín de Esopo, aunque tiene el inconveniente de que te obliga a levantarte mucho del sillón porque menciona, con una gran capacidad movilizante, a muchos autores —la mayoría de sus libros tienen una no disimulada naturaleza de casa de citas— y refiere detalles de fácil comprobación en ejemplares que han pasado también por nuestras manos pero que desde hace tiempo duermen el sueño de los justos —cómo será ese sueño— en anaqueles cada vez más caóticos. Mucha tela que cortar. Y esta anécdota. En Impón tu suerte (Círculo de Tiza, marzo 2018), donde se reúnen artículos y otros piezas cortas, en la página 130 aparece una breve mención de un libro de Flann O’Brien, La saga del sagú de Slattery, sobre la que E. V.-M. anota que es —abro comillas— «una novela sobre las patatas y el petróleo, en muy buena versión de Antonio Rivero Taravillo». Como el libro incluye al final un amplio índice onomástico (pp. 438-459) me entretengo en repasarlo y comprobar su inclusión en él de esta mención de ART, y en efecto allí figura el nombre aunque remitido a una página errónea. No sólo eso, a una página 13 que no está foliada porque corresponde, oh coincidencia, con la doble página en blanco insertada entre el prefacio y el primer apartado el libro. Dado que la página que debería figura es la 130, no es difícil deducir lo que ha podido pasar en la confección de ese índice: se ha perdido un 0, o sea nada. Lo que ya resulta más difícil calibrar es la significación profunda de un despiste/errata/error como ese en el interior de un artefacto en el que, como suele ocurrir en el universo del autor barcelonés, nada ni el azar mismo responde sólo a la puta casualidad, ni las erratas son insignificantes. Por lo demás, el libro se lee como agua que corre, es un continúa festival de entusiasmos y revelaciones, de pistas utilísimas y también de páginas muy valiosas, como por ejemplo las dedicadas a Roberto Bolaño, tan inspiradas y convincentes que me han llevado a volcarme de nuevo en el mundo del autor de Los detectives salvajes, y a... procurar no perecer en el intenso vórtice de un tiempo que no volverá.




lunes, 10 de mayo de 2021

Ýcaro

De pronto es esta luz,
su urgencia extrema
en el filo falaz de la costumbre,
el precio que pagamos por el peso
de vivir de prestado
y dar en cada
movimiento de vida
una respuesta
a las preguntas ciegas
y al abismo
donde más tarde —o mismo ahora—
comenzaremos
a precipitarnos.

viernes, 7 de mayo de 2021

Madrid con vida

Foto AJR, 2021.

(Al paso).
Tras el derribo del paso elevado de Joaquín Costa, el eje Avda. América-Francisco Silvela-Mª Molina-Ppe. Vergara ha quedado como un amplio espacio despejado y amable y al que, al parecer, no tardarán en regresar los ajenos y añorados bulevares, una de las señas de identidad de cierto Madrid ilustrado y paseante que había ido cayendo víctima de ese gran depredador de los espacios urbanos que es el automóvil. Este singular edificio de Iberia, cuyo chaflán recoge como un muro de percusión todo el tráfago proveniente de la Castellana y el flanco Oeste de la urbe, tenía fama de ser el punto más ruidoso de la ciudad, una condición de dudoso honor que tal vez se corrija ahora.

Una de las lecciones que hemos de sacar de este paréntesis de Pandemia (si finalmente conseguimos cerrarlo) debe ser la de cambiar de una vez y para siempre nuestra relación con la ciudad y su entorno buscando y practicando modos de tránsito y comunicación y, por así decir, de consumo de espacio y recursos que sean sanos, sostenibles, seguros. Algo que debería estar contemplado en un primer plano de esa Libertad cañí ®️ por la que abrumadoramente se ha decantado la mayoría de los ciudadanos de una urbe que se está descubriendo a sí misma cada día y que, pese a lo que se pueda malinterpretar por el precio pagado por errores que no son sólo suyos, aún tiene a salvo e imbatible un estilo de convivencia y un modo de vivir, junto con una red visible y subterránea de arte, memoria y sueños, que está más allá de las torpezas manifiestas, las rencillas populosas, las melancolías inertes o los desastres generales del más reciente Apocalipsis. Madrid es mucho más de lo que aún sabemos. Y es —sigue siendo— un gran aliciente vital continuar bregando por descubrirlo.

AstraZeneca in progress

 


(Al filo de los días). La que me quiere bien, que es la misma que ha tomado la instantánea, me la envía con este comentario a modo de pie: «Saliendo victorioso de la vacuna». De momento (la imagen es del pasado domingo 2) así ha sido: ni la menor secuela de la primera dosis de AstraZeneca, pinchada en mi brazo izquierdo en el transcurso de un proceso casi estabular pero eficacísimo, en el ahora llamado Wizink Center, entre vagos recuerdos de canciones de Cohen, Aute o Supertramp, y con el número de orden 5665. Una muesca en el volver de la vida. Iremos viendo.




jueves, 6 de mayo de 2021

Cantares de Ise y otros cantos

(Al filo de los días). Una mañana peristáltica de preparativos, notablemente incómoda, a la que ha venido a aliviar, por mero azar favorable, esta vieja edición (1979: lleva la firma de compra de S. Pinto con fecha 29.5.1983) de un clásico japonés. No diré que lo tenía completamen-té olvidado porque ya no hay verdades casuales de largo alcance (ni forma alguna de poder contrastarlas), pero sí puedo dar fe y carta de creencia de la alegría y entusiasmo que su recuperación me produce, además del inmediato partido que espero poder sacarle para llevar a buen puerto algo que traigo entre manos.

En estas últimas semanas he hablado con varios amigos y amigas sobre una de las grandes diferencias que percibimos respecto a las nuevas generaciones: la muy diferente valoración de los libros. Para los jóvenes, o incluso adolescentes, que fuimos hubo un tiempo en que hacerse con una biblioteca personal equivalía a algo así como a construirse el alma, y desde entonces venimos arrastrando esa ‘condena’, que verdaderamente lo fue cuando caímos en la cuenta (hace ya mucho) de que, si bien el saber puede que no ocupe lugar, los libros en papel tienen una imparable tendencia a ocuparlo todo y eso acaba siendo una realidad si no del todo incómoda sí difícilmente gobernable.
Pero de una y otra cosa (la querencia y sus inconvenientes, y disculpen los desvíos) quedamos reconfortados y a salvo cuando ocurren este tipo de reencuentros, tan felices y prometedores: a uno le gustaría mucho que pudieran ser posibles con amigos de carne y hueso (aunque algunos, ay, ya sean sólo polvo), pero también comprendemos y nos consuela saber que entre las páginas de un libro que regresa hay algo más que letras o, como es el caso, delicados grabados.
A estas alturas, nuestras almas puede que ya tengan tatuados sus verdaderos y más sentidos afectos con una siempre revisitable secuencia de tipos móviles. Y tinta viva. Y puede que esa circunstancia sea nuestro mayor consuelo. O uno de ellos. Que tampoco hay que exagerar.

lunes, 3 de mayo de 2021

El día Jawlensky


(En voz alta).
Mientras los puntos neurálgicos de la ciudad estaban siendo ocupados por desfiles de guardarropía y ceremonias más o menos alcanfóricas, era muy grato caminar por sus calles soleadas para llegar hasta uno de esos sus muy numerosos museos en los que tipos muy diversos de arte ofrecen islas de belleza y acicates para resistir y seguir disfrutando frente a tantas plagas y agresiones. Ayer, fiesta de la Comunidad, y día señalado para la imprescindible cita con la vacuna, fue también el día Jawlensky, merced a la visita —aplazada varias veces y ya casi en tiempo de descuento— a las salas de la Fundación Mapfre en su palacete de Recoletos. Fue todo un descubrimiento el recorrido por la excelente y amplísima exposición de obras de este autor ruso cuya vida y arte estuvieron marcadas por la honda emoción que de niño le produjo el desvelamiento de un icono. Dispuesta de manera admirable y con todas las cautelas que impone la peste, la hora y media larga que pasamos entre esta singular muestra fue todo un estimulante y conmovedor itinerario a través de una vida consagrada a la exaltación de la vida interior y la afinación de los sentidos. Una experiencia que, una vez más, nos reafirma en la profunda convicción de que con Madrid, con lo que la ciudad es verdaderamente, más allá de tópicos y simplezas, no va a poder nadie. Desengáñense, está ciudad está hechizada. Y su duende es inmortal.

lunes, 26 de abril de 2021

En la muerte del poeta Pedro Tenorio

El poeta Pedro Tenorio (1953-2021).
Foto tomada de Cuadernos del Laberinto

(Al filo de los días).  Em la tarde del domingo 25 de abril (2021) falleció, a causa de la Covid-19 y tras largos meses de hospitalización, nuestro gran amigo el poeta madrileño Pedro Tenorio (1953). Afincado desde hace años en Talavera de la Reina, su muerte, a los 68 años, ha causado una gran tristeza y conmoción en la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida y entre quienes, allí y en otros escenarios, a lo largo de casi cuatro décadas compartimos con él horas, ilusiones, pasiones, luchas y palabras.

Pedro, que llevaba en su nombre y apellido una estela patronímica muy notable de la historia de España —asunto sobre el que a menudo bromeábamos y que fue incluso acicate de un proyecto narrativo suyo— ha sido sobre todo un hombre de palabra, seducido por la poesía, profesor y estudioso de la literatura y su didáctica, amante del arte y persona con una gran conciencia civil. Su labor como divulgador e incitador cultural, tanto desde su puesto de profesor de literatura como desde muchas otras actividades, es bien conocida y valorada en la ciudad del Tajo. Como poeta, su nombre trascendió las fronteras locales y logró, a través de sus publicaciones y premios, ciertos reconocimientos valiosos.

Su primer libro de poemas, Muertos para una exposición (1983), que obtuvo un accésit en el premio Rafael Morales, es una obra exigente y original, una indagación en las posibilidades de la palabra poética como recreadora del mundo, de un modo similar al que permiten la pintura, sus técnicas y principios. Junto a una suerte de tratado minimalista de estética y metapoética, también aporta un acercamiento filosófico a las “figuraciones” del lenguaje; es decir, a su efectivo poder de “crear realidad”.  «Los versos más antiguos / empiezan en el monte de heno helado / donde se desnudaban las muchachas», dice uno de sus poemas (cito de memoria).

Ese libro fue ocasión de que nos conociéramos e iniciáramos un diálogo que, con intermitencias y meandros, hemos mantenido hasta no hace mucho, cuando la enfermedad lo golpeó con dureza. Fue especialmente intenso nuestro trato con ocasión de la escritura y publicación de la que probablemente sea su obra más singular, La luz se calla (2013), un poemario dedicado al joven hijo muerto por propia voluntad, tragedia que marcó la vida del poeta y de la que, como han hecho a menudo los grandes creadores, Tenorio consiguió extraer la dolorosa belleza de una elegía llena de lucidez e imágenes inolvidables. Fue un honor escribir el prólogo y participar en la presentación de ese libro, y fue un privilegio hablar repetidas veces con el poeta o intercambiar amplia correspondencia en torno a un núcleo fundamental de su concepción de la poesía, transformada en este caso en una verdadera tabla de salvación.

Hay en su currículo otras varias obras poéticas, también muy exigentes: recuerdo en especial el ciclo de Evila, que tuvo diversas encarnaciones; los poemas de denuncia de la barbaridad bélica contenidos en Los castigos y las hostilidades (2010, premio Gil de Biedma de Nava de la Asunción) o el recorrido por diversos registros amoroso a ritmo de jazz de La piel del agua (2017). Hay que añadir varios manuales y otros materiales didácticos y diversos artículos e investigaciones emprendidas con gran entusiasmo y pericia.

Pedro era un hombre tierno, inteligente, culto, gran hablador, meditativo a la hora de buscar la palabra exacta, polemista que nunca perdía la afabilidad, aunque tampoco daba fácilmente su brazo a torcer, gran amigo y creador de círculos de amistad. Recuerdo, entre otras muchos momentos compartidos, algunas veladas en el patio de la casa de Las Herencias, allí donde el Tajo se convierte en un río casi italiano y atraviesa un paisaje con ondulaciones toscanas. O noches de francachela en el Madrid de la Alegre Transición, en reuniones o “movidas” de amigos; o con ocasión de su memorable actuación en la Sala Clamores, otras veces al hilo de la presentación de alguno de sus libros. También estuvimos alguna vez juntos en Hoyo del Manzanares, solar familiar, o en actos reivindicativos de Talavera en Toledo. Son momentos que se atesoran en la memoria y de los que siempre emerge la mirada intencionada, llena de humor e inteligencia, a veces también algo desvalida, de un amigo que nos tenía ganadas, a partes iguales, la admiración y el afecto.

Muchas de estas últimas ocasiones contaron con la complicidad de Prado Garvín, la encantadora mujer que llegó a la vida de nuestro amigo en momentos difíciles y que fue desde entonces, y hasta ayer mismo, la gran cómplice de alma fuerte. Para ella, junto a la madre (91 años), los hermanos y el resto de la familia de nuestro querido Pedro, va un gran abrazo. Al amigo, cuya muerte ha acentuado el agobio y la tristeza de estos tiempos de pérdidas tan dolorosas, lo recordaremos a menudo.

Que la tierra te sea leve, querido cronopio. Para que vuelvas a sonreír allí desde donde nos mires, volveré a llamarte «moderno émulo de Pleberio, el del gran planto», al tiempo que, con mis ojos puestos en las altas Torres Albarranas de la vieja Eburia, te deseo un buen viaje. Hasta siempre, amigo.

domingo, 25 de abril de 2021

Amancio Prada con Leo Ferré

(En voz alta). Es un gran placer compartir esta delicadeza de Amancio Prada, con la doble o triple historia de amor que contiene. Recuerdo bien la tarde en que oí al artista gallego-berciano presentar, a través de una entrevista radiofónica, esta obra de homenaje a Leo Ferré y, en general, a toda una valiente y laboriosa cultura francesa que tanto peso tuvo en la formación sentimental y artística de varias generaciones. Aunque lo más decisivo de esa influencia ya forma parte de la cultura general, no es menos cierto que también el descrédito y el olvido han sepultado muchas de aquellas sugerencias. Ahora mismo, con todo, lo asombroso es que hayan pasado casi quince años de una ocasión que en sí misma ya era una añoranza. El doble o triple fondo del baúl del tiempo no deja de asombrarnos. Y que lo siga haciendo.

jueves, 22 de abril de 2021

Flores para Gabriel Celaya

Placa de homenaje a Gabriel Celaya en el portal de su casa madrileña 
(Nieremberg, 23).

(Al filo de los días). Aún están frescas las flores que alguien puso en la placa de la casa donde vivió Gabriel Celaya, en el barrio de La Prospe, hasta el 18 de abril de 1991. El pasado domingo se cumplieron 30 años de su muerte. Juraría que desde entonces no ha habido ningún aniversario sin estos memoriosos y cálidos homenajes.

Dados robados

 


(En voz alta). Como el que lanza la caña a los albures (signifique lo que signifique, que ya sé) y saca, no sólo el mítico zapato hambriento de la viñeta del chiste sin palabras, o fotograma en blanco y negro, sino y también toda una bien ensamblada sugerencia sobre el azar en sus diversos envites y, de forma especial, textos dados sobre dados que dan mucho de sí. Y todo ello prendido del hilo de seda de un nombre y de una hora vespertina bien acompañada en una nueva, añosa y espaciosa librería del centro de Madrid. Cómo no hacerse eco. Sea. A navegar.

(A propósito de una entrada leída en el muro de César Nicolás, ilustrada con la foto superior)

Aniversario

Parque de la calle Pradillo y colegio Santamarca, Madrid.


De nuevo ha amanecido una mañana Generosa: 22 de abril.

miércoles, 21 de abril de 2021

Vigencia de Emilia Pardo Bazán

Emilia Pardo Bazán (1896), retratada por Joaquín Vaamonde Cornide. Museo de Bellas Artes da Coruña.

(En voz alta). La recuperación definitiva del peso y significado de Emilia Pardo Bazán en nuestras letras no admite demoras. Y eso sólo se conseguirá con su vuelta al primer plano de las librerías (en cierto modo ya está ocurriendo) y, sobre todo, al imaginario desprejuiciado de los lectores. Arrinconada, pese a su exaltación, por muchos manuales de literatura entre las paredes opresivas del naturalismo y el color local, una escritora tan adelantada en tantas cosas a su tiempo, y en otras tan igual a sus colegas y amantes, bien merece ser leída con plena atención y sin remilgos. Este artículo del Diario de Sevilla es una buena aproximación y, a mi entender, recoge las razones fundamentales para que el centenario de la muerte de la escritora gallega (se cumple el próximo 12 de mayo) sea también el de su definitiva resurrección.

martes, 20 de abril de 2021

La milonga de Florentino

(Al filo de los días). Cuando le oí a Florentino Pérez decir que su idea de la liga de los poderosos tiene como principal intención la de salvar el fútbol, me entró tal carcajada que aún estoy temblando de los efectos. Claro que los espasmos fueron después reforzados, y a conciencia, cuando juró y perjuró que él está en el Madrid sólo por afición y que quien quiera su cargo ahí lo tiene. En fin, Serafín, cuente usted las milongas de las sopas con hondas. Por lo demás, una duda: ¿y no estará tras este intento de recuperar a los más jóvenes para el deporte más famoso el negocio venenoso de las apuestas? Fue curioso observar que la entrevista que ayer concedió el dirigente madridista sólo fue interrumpida (¿ilustrada?), unas tres o cuatro veces, por anuncios de casas de apuestas ligadas al fútbol, esas que suelen terminar sus machaconas y descerebradas propuestas con un veloz: «Y ya sabes, apuesta con responsabilidad». La hipocresía dominante.

lunes, 19 de abril de 2021

Tajos y atajos

 


No hay forma de salir indemne de
una frase cortante salvo si
afilas la palabra hasta que ni
ella de sí se escape, ni lo que
balbucea, tampoco el eco que en
lo roto cruje; pero su luz sí:
la llama interna que vacila en mi
taller de alquimia del nacer sin qué.
El hielo de la voz a la deriva
naufraga mansamente y abre, al
ponerse del sol lento, un cauce con
la sangre, que nos deja en carne viva.
Fulge el astro del fin con brillo tal
que todo se resuelve ya en canción.

viernes, 16 de abril de 2021

El aroma agridulce de los bulos

(En voz alta). ¿Alguien cree que las fakenews’, ya sean bulos o noticas falsas, son un invento reciente? Esta peli de Alexander Mckendrick, de 1959, es una mezcla acertada de drama y cine negro, y destaca por sus ágiles, ácidos y punzantes diálogos. Una curiosidad: si se ve la versión española con subtítulos en español se percibe una marcada disonancia entre lo que dicen los actores (muy dulcificado) y lo que indican los subtítulos (más cercanos, creo, al crudo lenguaje original). En todo caso, una gran película. Y una gran banda sonora jazzística.

lunes, 12 de abril de 2021

"Las comillas de Marías", de Sanz Irles

(En voz alta). Lleva uno tantos años defendiendo algo parecido a lo que aquí, con meridiana claridad y elocuencia práctica, defiende Luis Sanz Irles, que ganas me dan de enmarcar el artículo y ponerlo bien entrecomillado en la pared. De momento, me conformaré con repicarlo. Y añado: no me extrañaría nada que tras ese uso tan nítido de estos signos de puntuación que Sanz Irles tanto elogia, además de la mano de Javier Marías, esté la de un corrector ortotipográfico a la vieja usanza capaz de desentrañar y solventar las más enrevesadas cuestiones expresivas —a menudo de carácter más metafísico que puramente sintáctico— en pro de la mayor comprensibilidad y eficacia significativa (¡dele!) del texto. Hace mucho que se habla de la edición sin editores, cuyos desastres pueblan desde hace tiempo los estantes de las librerías. Si la catástrofe no ha sido mayor es porque aún resisten, en las más activas editoriales, una legión de correctores y, sobre todo, correctoras con las que siempre ha sido un delicioso y a veces tortuoso placer tratar y que, a estas alturas, son las depositarias de un saber cualitativo, en lo tocante a la selva de signos, tan claro y eficaz que es la verdadera brújula que nos permite no perdernos del todo en ella. Ni en las arenas movedizas de los textos pantanosos.

El lugar del crimen

(Ilustracón sonora: Carlos Núñez)

Le pregunto al poema si sabe que yo existo.
Y él, como acostumbra, tuerce el gesto
e ignora —o finge hacerlo— que he venido a buscarlo
donde siempre:
al lugar del crimen.
Al poema, monarca caprichoso,
no le gusta nada
—pero nada de nada—
que yo diga de él
que es el lugar del crimen.
Pero lo es. Lo es.
Y bien lo sabe.
Lo que el poema ignora
—o finge hacerlo—, sin embargo,
mientras se alza la solapa adversativa,
es quién será aquí la víctima,
quién el testigo
(el verdugo se da por descontado).
Yo sí lo sé. Lo sé. Aunque lo calle.
(Hojas sueltas del Lunes, 63; “La noche sin excusa”)

domingo, 11 de abril de 2021

Qué es la música (entre lágrimas negras)

(En voz alta). ¿Qué es la música? Uf, don Luis C., qué pregunta. Pero si tuviera que contestar, y dejando a un lado de momento, como puestos en otro orden de cosas, a Mozart, Bach y los demás, podría decirle que música es una mezcla de eso que nos llega de Cuba, de Brasil y de Irlanda, con una gotas hondas de flamenco y una ficha en blanco, a modo de comodín, para completar el bosquejo aproximado —casi nada— de lo que, por otro lado, no tiene posible definición pues forma parte del mundo de las sensaciones puras, intraducibles. Ante escenas como la que este vídeo nos muestra noto que me nace un absoluto asentimiento, una devoción cuyo objeto no es otro que el dejarse invadir. Es lo mismo que siento al calor sensual de la música brasileira, sin olvidar sus muy sensibles vibraciones lusas, y la misma clara alegría que me invade ante los ritmos y las modulaciones de la música popular irlandesa, con esa impronta celta en la que tan hondo siento resonar no sé qué extraña vena/veta que une el giro inesperado de una muiñeira con el cimbreo de una rumba o la emoción desnuda de una soleá. Ah, la música. Y qué tristeza las noticias que llegan de Belfast, ese retorno de los viejos demonios que tal vez la música ya debería haber podido conjurar. De ese pozo de la insensatez humana que no cesa de manar fango y muerte brotan las lágrimas negras de un domingo de abril.

viernes, 9 de abril de 2021

Idas y venidas (con Paz al fondo)

Los recuerdos en bandada, he ahí una de las bazas hipnóticas que FaceBook juega con hábil automatismo. En el jueves santo del primer confinamiento surgía este inquietante asunto que, además, en una anterior aparición del cuadro mencionado, había sido causa probable de un desencuentro con un amigo y paisano gallego, del que desde entonces —y pese a intentarlo varias veces— no he vuelto a tener noticias. Entre las vicisitudes de las nuevas formas de relación/comunicación, una de las más exasperantes es la escasa posibilidad de aclarar las cosas una vez que se ha producido el “malentendido”. Porque de lo que no tengo dudas es de que ese, una ‘mala’ interpretación de las palabras, es el origen de muchos conflictos. Y luego el tiempo, la deriva propia o el olvido hacen lo demás. Tampoco es que sea nada nuevo en las siempre complicadas relaciones humanas, pero tengo la pegajosa impresión de que ahora ocurre con mayor frecuencia y, más aún, el intento comprensible de evitarlo nos lleva a cierta desecación y ‘afantasmamiento’ de nuestros tratos interpersonales, la mayoría ya cristal (dark crystal) de por medio. Cosas.


(En son de Paz, 13). »Prisionero en la fortaleza que inventan los reflejos lunares de la uña del dedo meñique de una niña, un rey agoniza desde hace un millón de segundos. El microscopio de la fantasía descubre criaturas distintas a las de la ciencia pero no menos reales; aunque esas visiones son nuestras, también son de un tercero: alguien las mira (¿se mira?) a través de nuestra mirada», escribe Octavio Paz en el fragmento 20 de «El mono gramático», en el que describe, o más bien glosa, un misterioso cuadro de Richard Dadd, «The fairy-feller’s masterstroke», obra que alguna vez ya ha comparecido en este muro. En el confinamiento, estas minuciosidades cobran un valor inusitado: nos muestran que hay una realidad dentro de la realidad de la que apenas somos conscientes más que cuando miramos como si nos miraran. Y, una vez advertido, salimos pronto de ahí («¡escapa, escapa!», nos grita alguien, ¿quién?) para evitar el despeñadero de la locura y otros vértigos de pura destrucción. No está nada mal para una tarde de jueves santo.

lunes, 5 de abril de 2021

Emociones concretas




Los hilos de la vida y de la muerte se anudan de modo inextricable, no fácilmente comprensible, pero insoslayable siemore. Ayer hizo un año de la muerte del gran Luis Eduardo Aute. Hoy cumple años mi hija Clara. Es el mismo corazón el que siente ambas dos emociones tan distintas. Y, sin embargo, algo hay de común en ellas que las hace caer enlazadas del lado de la luz. El vuelo de una canción. La intensa necesidad del amor concreto. La vida, en suma.


"La andariega".
Un día de enero en el Mar Menor.
(Improvisado)
Vista de nuevo,
la vida nos regala
gestos, colores...
¿reminiscencias?
Será que el lienzo
de los días esconde,
como al bies de la luz,
su marca de agua.
Y en los reflejos,
por donde cruza el ave,
el vuelo vibra.
Tambor del cielo:
es el tiempo que vuelve
mientras lo cuentas.

(Hojas sueltas del lunes, 62.
“Levedades”, para Clara, con decisión y un beso).


miércoles, 31 de marzo de 2021

Teneguía, medio siglo atrás


(En voz alta).
Ahora que las espectaculares y cada vez más numerosas erupciones volcánicas forman parte noticiable de la actualidad, me he acordado del Teneguía, el volcán palmero que hace justamente medio siglo nos puso en la pista de estos fenómenos de la naturaleza (y así lo transmitía TVE). También de ese fuego memorioso venimos. Y hacia él vamos. Confiemos en que sea poco a poco.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Adiós a Adam Zagajewski

 (En voz alta). La circunstancia que refleja en su texto Álvaro Valverde (el comùn vaticinio de su seguro aunque al final no alcanzao premio Nobel) fue lo primero que se me vino a la cabeza al enterarme, esta madrugada, de la muerte del gran poeta y ensayista polaco Adam Zagajewski, “gallego” de corazón y orígenes (Galitzia). Pudo verlo y charlar brevemente con él hace unos años con motivo de una presentación en un acto ceremonioso y emotivo en el que tuvo un papel destacado el propio Valverde. Sus palabras, latidos luminosos y sensibles de un gran poeta, siguen señalando un camino muy hermoso y útil para entender y acaso amar un mundo que se desmorona.

Puede ser una imagen en blanco y negro de una persona y al aire libre

domingo, 21 de marzo de 2021

Adiós al poeta Zagajewski

Álvaro Vaverde y Adam Zagajewski.

(En voz alta).
La significativa coincidencia que refleja Álvaro Valverde fue lo primero que se me vino a la cabeza al enterarme, esta madrugada, de la muerte del gran poeta y ensayista polaco, Adam Zagajewski, “gallego” de corazón y orígenes (Galitzia). Pudo verlo y charlar brevemente con él hace unos años con motivo de una presentación en un acto ceremonioso y emotivo en el que tuvo un papel destacado el propio Valverde. Sus palabras, latidos luminosos y sensibles de un gran poeta, siguen señalando un camino muy hermoso y útil para entender y acaso amar un mundo que se desmorona.

viernes, 19 de marzo de 2021

Yo, Homero, remo hoy



Yo Homero remo hoy»

El día se iba venciendo con la prevista derrota, la vela desplegada, cada uno en su puesto, las ánforas del óleum nostrum perfectamente ordenadas en las antlías y todos los ojos absortos en aquella figura patriarcal que, entre nubes eólicas, guiaba con su mirada nuestra singladura hacia puerto seguro. «Gracias, padre», comenzó el aedo la oración, «tu infinita bondad es nuestra guía, y tu amor nuestro impulso». «Gracias, padre», repetimos todos. Y nos sentíamos felices de estar en su manos.
(Micródromo; gracias a Al59, por la indirecta sugerencia).

jueves, 18 de marzo de 2021

Duralex hecho añicos


(En voz alta). 
Un fenómeno o experiencia que no sabría situar cronológicamente —aunque tuvo que ser temprano, tal vez hacia 1963— pero que se me representa ahora bajo la apariencia de una “revelación” fue el de la primera vez que vi romperse, en una catarata de brevísimos y fulgentes añicos, un plato de duralex. Quien puso el nombre a este tipo de material cristalino (¿un estudiante de derecho frustrado?) es probable que no estuviera, como suele decirse, al cabo de la calle de la poderosa acción poética que ponía en marcha. Y, lo que son las cosas, buscando en la wikipedia información sobre Duralex, compruebo que esto es lo último que se cuenta: «El 23 de septiembre de 2020, un tribunal comercial de Orleans declaró la empresa en quiebra por suspensión de pagos». ¡Duralex quebrado! No somos nadie y menos en añicos.

Y comentaba al pie César Nicolás: Las roturas del duralex han constituido igualmente y siempre para mí catástrofes y espectáculos inefables, Alfredo: lo mismo que una tempestad que se desencadena en la esfera doméstica, llena de estrépito y destrozo. Ese no ya tronzarse sino pulverizarse del objeto debiera servir de punto de partida para una poética de la fragmentación.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Salir del paréntesis

Salir del paréntesis. Reiterar la conjura y la reafirmación frente a la falta de memoria, contra la extraordinaria y dolorosa liquidez de los tiempos que nos llevan, como respuesta a la necesidad de —cada día, cada día— hacerse cargo del giro de la luz y del sentido de la marcha. Sin memoria no somos nada. Pero tampoco podemos dejar que nuestros pies se vayan hundiendo en las arenas movedizas de la reiteración. Iré tirando cada día —y mientras pueda— la moneda al aire y a la luz. No es descartable que a veces pueda caer por la cara del silencio. La belleza nunca pide perdón.

lunes, 15 de marzo de 2021

Dura lex sed lex in agnicus



Periculum in mora fumus boni iuris.
In mora boni iuris periculum fumus.
Mora in periculum iuris fumus boni.
Fumus boni in periculum iuris mora.
Boni mora in fumus periculum iuris.
Iuris boni fumus in mora periculum.
(Dado giróvago del tercer domingo de Cuaresma)

jueves, 11 de marzo de 2021

Aldaba de música quebrada

Del poema en cuestión puede que lo primero fuera el título. Y quizás también lo último. El soneto heterodoxo, con bulto y figuración suficientes para ser reconocido como tal, se fue escribiendo en respuesta a no sé qué impulso emocional —supongo que un retazo de pensamiento meditativo, escorado hacia la ensoñación— al tiempo que su forma, una mezcla consciente de rimas irregulares pero bien perceptibles y organizadas con movimientos o saltos de caballo sobre el tablero o partitura, se iba configurando como el verdadero fondo (inexcusable) para crear la sensación de lo que, aún siendo lo que nos consuela y nos da sentido (si es que alguno), finalmente se impone por su propio carácter incompleto, fragmentado, fragmentario: una ráfaga de “música quebrada”, misma/mente. Mais qui dira les torts de la Rime? Ah, y la aldaba de la foto. Que también percute.




Música quebrada
No es fácil entender qué es lo que pasa.
Si retiras la mente, se vacía
el fulgor de los ojos. Sopla el viento.
El cuerpo es una concha a la deriva.
Y suena entre sus huecos una extraña
melodía sin fin: la vieja caña
del pensar, el dibujo que porfía
por ganarse el fervor del sentimiento.
Así, como si fueran las palabras
el esquema de un juego de caballos
sobre el atroz tablero de la vida,
la luz al declinar descubre aciagas
sospechas, quiebra músicas. Milagro
es que puedas contarlo todavía.

lunes, 8 de marzo de 2021

Metáfora del pájaro

La osadía del pájaro es una traducción de su gorjeo, el canto firme de su ser en el aire, una respuesta que ilumina la mañana.
Hay en el pájaro tanto peso ideal, que su figura atraviesa la historia y sus contornos como una exhalación —flecha emplumada— y está presente en la raíz de los sueños, sean o no el fruto de ese impulso hacia la duración al que llamamos arte, e incluso en los silencios más bellamente construidos.
Los pájaros, que tienen en su herencia biológica huellas adivinables del temblor de la Tierra, cruzan de un lado a otro del mundo y salvan los escollos más salvajes para que no se borren las líneas de fuerza que impiden que los cielos se desplomen.
Nada hay más parecido al alma humana, incluidas su idea sensible y su fabulación, que la extrema levedad de un pájaro en nuestra mano convertida en cuenco.
Tal vez por eso, muchos de nosotros, al sostener esos cuerpecillos tan frágiles, sentimos la punzada de un antiguo terror.
Todos alguna vez fuimos un pájaro.

(Segunda edición)