jueves, 11 de marzo de 2021

Aldaba de música quebrada

Del poema en cuestión puede que lo primero fuera el título. Y quizás también lo último. El soneto heterodoxo, con bulto y figuración suficientes para ser reconocido como tal, se fue escribiendo en respuesta a no sé qué impulso emocional —supongo que un retazo de pensamiento meditativo, escorado hacia la ensoñación— al tiempo que su forma, una mezcla consciente de rimas irregulares pero bien perceptibles y organizadas con movimientos o saltos de caballo sobre el tablero o partitura, se iba configurando como el verdadero fondo (inexcusable) para crear la sensación de lo que, aún siendo lo que nos consuela y nos da sentido (si es que alguno), finalmente se impone por su propio carácter incompleto, fragmentado, fragmentario: una ráfaga de “música quebrada”, misma/mente. Mais qui dira les torts de la Rime? Ah, y la aldaba de la foto. Que también percute.




Música quebrada
No es fácil entender qué es lo que pasa.
Si retiras la mente, se vacía
el fulgor de los ojos. Sopla el viento.
El cuerpo es una concha a la deriva.
Y suena entre sus huecos una extraña
melodía sin fin: la vieja caña
del pensar, el dibujo que porfía
por ganarse el fervor del sentimiento.
Así, como si fueran las palabras
el esquema de un juego de caballos
sobre el atroz tablero de la vida,
la luz al declinar descubre aciagas
sospechas, quiebra músicas. Milagro
es que puedas contarlo todavía.

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