La situación es la que es.
Situación la que es la es.
La situación es la que es.
Situación la que es la es.
(Al filo de los días). Tal día como hoy hace 18 años (¡mayoría de edad de la memoria!) se publicó en el Magazine del El Mundo este breve reportaje de Quico Alsedo referido a la última (y presumiblemente definitiva) actualización del Espasa, la enciclopedia más parecida a la wikipedia que hubo entre nosotros en los tiempos del papel.
La efemérides, que me sale al paso por alguna de esos ecos del calendario del iPhone y ciertos resortes del blog, ni que decir tiene que ha levantado en mi cabeza —también en mi corazón o en el lugar donde encarne eso que antes llamábamos el alma— una marea fantasmal de recuerdos, brillos, pérdidas, risas, frustraciones... Me pilla, además, en pleno proceso de escritura y recreación de algunos episodios de mi vida profesional que acaso lleguen algún día a formar parte de ese Tiempo contado en el que laboreo desde hace décadas, y que en lo referido a este concreto episodio (dos intensos años de trabajo editorial de sol a sol y desde el mediodía hasta mucho más allá de la medianoche) se cifran bajo el provisional título de «Cómo transformar un Centón en la última criatura enciclopédica digna de tal nombre».
Recuerdo bien la larga conversación con el redactor en mi despacho de Martín Martínez, aún envuelto en el desbarajuste del trabajo editorial recién concluido (tal vez aún faltaban algunos flecos), y su agradecimiento de colega al despedirnos: «Me has dado material para tres o cuatro reportajes. A ver cómo lo resumo». Quico fue muy hábil y eficaz ordenando la información, de modo telegráfico y a grandes pinceladas, muy a tono con el cariz “ligero” de la lectura dominical y los usos ya leves, sin llegar a ser insustanciales, de cierto ‘nuevo neoperiodismo’; aunque hay algún error de bulto en los nombres, también en la narración de anécdotas y en la atribución de afirmaciones. Pero, en lo esencial, la pieza transmite bien el ambiente y el espíritu, entre lo lúcido tirando hacia lo lúdico, de aquella empresa, tal vez la última ocasión editorial en que se organizó, entre nosotros y en nuestro ámbito cultural, un equipo a la antigua usanza para hacer un tipo de trabajo enciclopédico bajo todavía el señuelo de Gutenberg y con la letra impresa como destino.
Unos meses antes (tal vez algo más de un año) había concluido la aventura de lo que se llamó (horriblemente) Gran Referencia Anaya, la última enciclopedia en papel y redactada ex novo que se hizo en España (también participé en ella como redactor jefe del área de humanidades) y para la que en la editorial de Juan Ignacio Luca de Tena, entonces todavía en poder de Germán Sánchez Rupérez, se organizó y puso en funcionamiento la primera gran redacción online de una gran editorial española con destino a publicaciones impresas. Muy “granado” todo. Corría, me parece, el año 1996. Batallitas.
Hay todavía en ellas aspectos profesionales, con trasfondo cultural, y sobre la deriva de los usos editoriales hispanos, así como algunas curiosidades, dignos de ser contados. A su tiempo.
Googleando (¿o quizás “gugleando”?: ¡a ver si los académicos se ponen las pilas!) en torno al asunto di con un interesante texto de Guillermo de Torre, que presentó el documental de Ruttmann con ocasión de su estreno en el Cine Club de Buenos Aires en 1930, antes de que pudiera verse en España, y poco después publicó en “La Gaceta Literaria” su intervención, un breve pero minucioso texto en el que ofrece un encuadramiento muy pertinente de la obra en el espíritu del arte de la época, trazando un luminoso hilo entre diversas creaciones de John Dos Passos, Samuel Butler o Blaise Cendrars.
El artículo de Guillermo de Torre, bien conocido por los estudiosos del vanguardista español —con Pablo Rojas a la cabeza—, está “empotrado” en los singulares anaqueles online de El Basilisco, el muy valioso y peculiar archivo creado en la estela del filósofo y polemista Gustavo Bueno (y uno diría que “personalmente” por él, tal es el grado de exigencia, seriedad y rigor mortis con que se presentan los asuntos), y allí es comentado a propósito de una especie de historia del nazismo y sus diversos frentes, incluido el de la “desnazificación”, enfoque que a su vez abre otra derrota en la navegación posible por la red, que es, cada vez más, extensión insondable de nuestra mente... y lo que te rondaré morena.
El caso es que pude comprobar que hay colgadas en la Nube diversas versiones del documental sobre la ciudad más interesante de Europa (casi a la par de o que Madrid), aunque las diferencias, en lo que he podido constatar, no van más allá de los insertos previos a los títulos de crédito y, sobre todo, en la banda sonora, al tratarse de una película pensada para ser proyectada acompañada por música en directo.
Además de lo que apunta Marías, tal vez no esté de más subrayar que una de los méritos de este singular ‘un día de 1927 en la vida de Berlín’ responde a una concepción plenamente artística del documental, que como se sabe fue, desde el momento inaugural de los Lumière, el primer género cinematográfico: un espejo puesto frente a la vida. Hay, también, cierta pulsión admirativa por las máquinas y sus engranajes que sin duda se podría vincular con corrientes estéticas como el futurismo y su especial valoración de las tecnologías conectadas con la velocidad.
Una de las imágenes más reiteradas, dentro de la gran contención estilística de la película, es la del semáforo de indicadores que, si no me equivoco, estuvo situado en el carrefour de la Potsdamer Platz, la gran plaza berlinesa a la que tanto partido le sacó Wim Wenders en su inolvidable Cielo sobre Berlín (1987). Parece que ese fue, además, el primer semáforo digno de tal nombre que hubo en Europa, después de algún intento fallido en Londres.
Pero lo que definitivamente nos conquista del filme de Ruttmann es, pese a las apariencias, su no pérdida actualidad, su condición de estímulo vigente: nos abre el apetito para volver algún día, ojalá sea pronto, a una de las ciudades más vivas y vividas del viejo continente.
La arqueóloga Mertxe Urteaga en plena faena. Foto: Álex Iturralde.
(En voz alta). Aunque haga ya algún tiempo que se desmontó el mito (uno más del “bucle melancólico” y de otros delirios de la identidad) de un viejo País Vasco nunca romanizado, las prospecciones arqueológicas siguen sacando a la luz huellas manifiestas y pruebas evidentes de que también el solar de Aitor, al igual que los “montes furados” gallegos o las incomparables Médulas bercianas, fue y fueron objeto de una intensa actividad romana, tanto en el subsuelo como en los enclaves portuarios. Este reportaje lo muestra bien a las claras, al tiempo que nos suministra, pese a su brevedad, varias reflexiones de calado por boca de la arqueóloga Mertxe Urteaga, nada sospechosa de “maquetismo”. «El pasado no existe —dice ella—. Siempre vivimos en el presente, son las ideas del presente las que modelan nuestra visión del pasado». Una perspectiva “de cajón”, diremos. Y así es. Pero cuántas barbaridades no se están ahora mismo amparando en la olímpica ignorancia y en el minucioso desprecio de esa realidad.
František Kupka: La gama amarilla, hacia 1907. Museum of Fine Arts, Houston (Estados Unidos). |
(En voz alta). Alberto Olmos atina al describir y valorar los disparates y mezquindades que se han ido sucediendo en torno a la edición en español de la poesía de Louise Glück, la reciente ganadora del Nobel de Literatura. Junto a la solidaridad sin restricciones que me suscita la editorial Pre-Textos (su forma de editar y su fondo están, para mi gusto, en la cima de las empresas literarias), llama la atención que la propia poeta pueda plegarse a una maniobra a todas luces tan ruin e injustificable. Y que va a tener entre los editores españoles cómplices más bien miopes, aparte de algo trapaceros. Es sabido que calidad literaria y honradez personal no siempre van unidas, pero una vez puestas de relieve ciertas deficiencias, es difícil no sacar conclusiones de conjunto. Como dijo aquel, no debe haber estética sin ética. En todo caso, un asunto con muchos flecos y cuestiones para reflexionar alrededor de esa hoguera de vanidades incombustibles que es a menudo el círculo de los poetas, ellas y ellos y sedicentes o no. Un artículo muy interesante.
https://twitter.com/i/status/1334474246047879168
(En voz alta). Se me había traspapelado en la vorágine del correo electrónico esta entrega de FronteraD con un singular texto inédito de Rafael Sánchez Ferlosio. Un ejercicio tan "crudo" y despiadado de autocrítica respecto a su Alfanhuí y lo que él mismo llama el vicio de la "bella página", que dan ganas de no volver a intentar juntar nunca más una pocas letras sobre el papel. Por fortuna, en esa misma actitud y en la integridad u honestidad que demuestra es posible encontrar también el estímulo para seguir escribiendo sin otra preocupación que lograr la página, el poema, la siguiente lazada... sin la coartada de la belleza ni acaso ninguna otra.
(En voz alta). Iba a escribir: el mejor artículo que he leído sobre la muerte de Maradona. Y es verdad. Sólo que también es el único: me prohibí a mí mismo incidir en el asunto y no me costó esfuerzo alguno cumplirlo. Pero el nombre de Leila Guerriero (¡cómo echo de menos sus columnas!; aunque comparezca en el colorín, no es lo mismo) me atrajo como un imán. Y no me ha defraudado. Pieza antológica. Y, en cierto modo, si bien a mucha distancia y con un océano de por medio, “me” explica lo que siento. Y cómo lo hace. Gracias, maestra.Ofrenda a Maradona en Buenos Aires.
Foto: Ricardo Moraes/Reuters
(En voz alta). ¡Valiosa hemeroteca! Buscando datos sobre la “Movida” madrileña en La Prospe, caigo en este artículo de 1985, obra del profesor Gerard Imbert, es decir contemporáneo de cuando se estaban produciendo los hechos o sólo un poquito después (según cómo se mire). El caso es que, en un análisis sesudo y algo escorado hacia la palabrería posmoderna, pero con seriedad analítica, y en un largo repaso e interpretación del “fenómeno”, aparecen con detalle aspectos, sucesos, nombres que se dirían olvidados a no ser por la inmediata resonancia que suscitan en mi memoria. Es una cala en serio y en profundidad frente a la banalización e incluso el “ninguneo” que la vieja progresía revenida y los incombustibles carcamales suelen hacer de aquellos años, que con toda seguridad no fueron ninguna revolución, pero cambiaron definitivamente muchas cosas. Un texto digno de lectura y, acaso, de comentario.
En plena faena en las ruinas del Mosteiro de San Paio- |
(En voz alta). La Región, el principal diario de la provincia de Ourense, se hace eco del fallecimiento de nuestro amigo Miguel Martínez. Su cercanía a los vecinos de Santa Tecla-Abeleda y el entorno de Castro Caldelas, tanto desde el terreno de la actividad política como sobre todo en asuntos culturales y festivos, ha dejado una huella duradera en la comarca. La autora del emotivo obituario, la escritora Carme Varela (acaba de recibir el Premio Álvaro Cunqueiro para textos teatrales), es una de los responsables de «O Sorriso de Daniel», una muy activa asociación que lleva años luchando y velando por el patrimonio artístico del rural gallego, con especial atención al muy notable legado románico que alberga la Ribeira Sacra. El nombre, claro, procede del rostro más risueño y encantador del Pórtico de la Gloria compostelano. El texto sin duda habrá suscitado otro gesto que quienes le conocimos no podremos olvidar: la sonrisa de Miguel. Un hermoso y merecido homenaje.
Al fondo de ese sueño inapresable que con tanta cordura diseccionas hay algo que te inquieta: una brizna de tu ser más profundo que nunca llegarás a descubrir. La miras desde lejos como si divisaras, en lo hondo del pozo de tu alma, un cabrilleo fulgente, una marea apenas perceptible que no puedes nombrar con otro énfasis que no sea el del filo de estos cristales rotos, aunque sepas que así va a deshacerse como un poco de niebla en la mañana. Ya la das por perdida mas la sientes vecina de tus ojos y tus dedos mientras mueves las pesadas poleas del idioma e intentas que por fin llegue al brocal del poema, y al borde de tus labios, una palabra viva de agua fresca.
Sylvia Plath en 1954. Cortesía de Everett Collection/Tres Hermanas.
(En voz alta). He aquí una estupenda y muy documentada reseña de Jordi Doce sobre las Cartas... de Sylvia Plath. Se agradece la magnífica contextualización de los comentarios y las atinadas precisiones por parte de uno de los mejores conocedores en nuestro ámbito del universo Plath-Hughes, con sus diversas constelaciones y su materia oscura. De lectura muy recomendable (lo he hecho en el ‘papiro’; no sé por qué en la transcripción digital se ignoran normas básicas de edición, sobre todo el uso de cursivas o comillas en los títulos: por desgracia, cada vez es más frecuente ese ¿descuido?).
(Repito, por ver si algo queda...) Un dado es un artefacto verbal de seis palabras que se van repitiendo en orden diferente a lo largo de seis frases o tiradas, tratando de crear formulaciones no repetitivas de expresiones provistas de sentido. Por lo común proceden de una frase dada, es decir encontrada por azar, aislada en algún texto, incluso oída al vuelo o vista al paso, aunque también ha podido ser adaptada o buscada a propósito.
(Al filo de los días). Se me olvidó indicar ayer la proyección en La 2, en el cada vez más imprescindible Días de cine”, de A Esmorga, la adaptación cinematográfica de la novela de Eduardo Blanco Amor dirigida por Luis Villar y con excelentes interpretaciones de Miguel Lira, Antonio Durán “Morris” y Karra Elejalde. Una versión muy superior a la precedente y bienintencionada, pero quizás fallida (auque esto es opinable, claro), filmada por Gonzalo Suárez (Parranda, 1977). Como ahora las emisiones de televisión se pueden “recuperar” durante algunos días, sirva el aviso para disfrutar de una obra que se aproxima con gran acierto al inolvidable y terrible universo de una de las mejores narraciones de la literatura gallega, además de obra imprescindible de la literatura peninsular y europea del siglo XX. Ah, y tan española como gallega, que el empleo de ciertas expresiones empieza a ser, además de un campo de minas, algo parecido a un ejercicio de funambulismo sonámbulo. No se la pierdan.
(En voz alta).
Anunciaba el último Babelia la publicación de la Obra completa de Manuel Chaves Nogales (Libros del Asteroide / Diputación de Sevilla, 2020; 5 vols., 3.664 páginas; 100 €), todo un acontecimiento editorial que debe suponer la recuperación definitiva de uno de los más lúcidos testigos de la parte más dolorosa de la historia reciente de España desde una “tercera” óptica que, lejos de ser neutral, tal vez destaque por su auténtico compromiso con la libertad, la democracia y el ejercicio no arrendado de la inteligencia. Un ejemplo, en todo caso, de lo que podría haber sido —ojalá todavía pudiera ser— la realidad de una España más allá del cainismo, la estulticia, la injusticia y la pereza mental.
La Pandemia y el confinamiento se llevan por delante los actos conmemorativos del 150º aniversario de la muerte de Isidore Ducasse. Como explica este mensaje de los Cahiers Lautréamont” no es esa la peor noticia en este tiempo convulso del que “quiera el cielo...” que salgamos pronto.
(En voz alta). Otra lección de música con el maestro Altozano. Con los efectos terroríficos de las bandas sonoras del cine como asunto principal. Muy oportuna y divertida.
(Al filo de los días). Se me pasó comentar que ayer Valle-Inclán hubiera cumplido la fantástica edad de 154 años, poco más que una primera juventud para un espíritu tan atemporal como el suyo, de condición “acrónica”, por no decir eterna. El Brujo, que comparte con él más de un rasgo, ha caminado con frecuencia en su cercanía y ahora anda metido de lleno en su mundo. Aquí improvisa un retrato cautivador, lleno de sintonías reveladoras.